El Fundamento de la Sacramentalidad del Matrimonio

Friday, Feb. 24, 2012
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Parte III

El actual escrito nos presenta las enseñanzas fundamentales de la Iglesia con referencia a la sacramentalidad del ma-trimonio desde la Sagrada Escritura, los documentos pontificios y el actual Código de Derecho Canónico. Durante todo el escrito se hace referencia a la Teología del Cuerpo, impulsada seriamente por Su Santidad Juan Pablo II; en la primera parte nos hemos centrado en la Sagrada Escritura; en esta segunda hemos hecho algunas referencias básicas al Concilio Vaticano II y al actual Código de Derecho Canónico; en esta tercera y última parte abordamos el tema básico de la sacramentalidad del matrimonio y presentamos algunas conclusiones.

La Sacramentalidad del Matrimonio

El sacramento del matrimonio encuentra su explicación precisamente en este encuentro entre dos realidades que atañen a toda la persona humana: la union conjugal y la gracia. El matrimonio adquiere un significado y una realidad superior, sobrenatural, a la luz del "misterio", es decir, de la realización del plan eterno de salvación en Jesucristo.

Como enseña el Concilio Vaticano II, «Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, revela plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (Gaudium et spes n. 22). ¿De dónde viene últimamente la capacidad y la exigencia de amor interpersonal a la que está llamada la sexualidad humana? Toda verdadera unión de amor entre los seres humanos participa del amor de Dios, es su reflejo "a su imagen y semejanza". Más en concreto, la unión de amor entre el hombre y la mujer es el modo más "originario" en que se refleja el amor de Dios por la humanidad, que encuentra su culmen en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, la perfecta Imagen del Padre.

Jesucristo en los Evangelios se presenta como "el Esposo"; viene a culminar la Alianza entre Dios y la humanidad. Por el amor que recibe de Dios en Cristo, la persona recobra su integridad y la armonía entre todos los niveles de su ser, llega a ser en sí misma "imagen y semejanza" de Dios. Al mismo tiempo, se hace capaz de amar verdaderamente a los demás "a imagen y semejanza" del Amor de Dios.

Este Amor ha sido derramado en los corazones de los cristianos con el Espíritu Santo que les ha sido dado (cfr. Rm 5,5).

Y es que el matrimonio no sólo es imagen de la comunión Cristo-Iglesia, sino también de la comunión Padre-Hijo en el Espíritu Santo.

Estas dos analogías se deducen la una de la otra: la entrega mutua de Cristo y su Iglesia es imagen y rea-lización en la historia de la entrega eterna del Padre y el Hijo. Así se expresa Juan Pablo II, en la Mulieris Dignitatem, n. 7:

"Ser persona a imagen y semejanza de Dios comporta también el existir en re-lación al otro "yo". Esto es preludio de la definitiva autorrevelación del Dios uno y trino: unidad viviente en la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (...) Dios, que se deja conocer por los hombres por medio de Cristo es unidad en la Trinidad: es unidad en comunión. (...) El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es semejante a Dios como ser racional y libre; significa además queel hombre y la mujer, creados como "unidad de los dos" en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina."

Podemos decir que si la unidad del hombre y Dios en Jesucristo es afirmada y aceptada, entonces se afirma también la unidad entre los diversos componentes de la persona, y la unidad de las personas entre sí en relaciones de verdadero amor. Si se niega la encarnación de Cristo, se niega la unión entre la humanidad y la divinidad y se termina por negar la unidad psicofísica del hombre y la unión entre los seres humanos.

No se capta ya el significado humano de lo biológico, y menos todavía el significado sobrenatural de lo humano. Esta disgregación de significados es, según Juan Pablo II, el gran error del pensamiento moderno, como podemos ver en la Carta a las Familias, n. 19:

"La separación entre espíritu y cuerpo en el hombre ha tenido como consecuencia que se consolide la tendencia a tratar el cuerpo humano no según las categorías de su específica semejanza con Dios, sino según las de su semejanza con los demás cuerpos del mundo creado, utilizados por el hombre como instrumentos de su actividad para la producción de bienes de consumo.

Pero todos pueden comprender inmediatamente cómo la aplicación de tales criterios al hombre conlleva enormes peligros. Cuando el cuerpo humano, consi-derado independientemente del espíritu y del pensamiento, es utilizado como un material al igual que el de los animales —esto sucede, por ejemplo, en las manipulaciones de embriones y fetos—, se camina inevitablemente hacia una terri-ble derrota ética."

Para el racionalismo es impensable que Dios sea el Redentor, y menos que sea«el Esposo»,fuente originaria y única del amor esponsal humano. El racionalismo interpreta la creación y el significado de la existencia humana de manera radicalmente diversa; pero si el hombre pierde la perspectiva de un Dios que lo ama y, mediante Cristo, lo llama a vivir en él y con él; si a la familia no se le da la posibilidad de participar en el «gran misterio», ¿qué queda sino la sola dimensión temporal de la vida?Queda la vida temporal como terreno de lucha por la existencia, de búsqueda afanosa de la ganancia, la económica ante todo.

 Conclusiones

El actual Código de Derecho Canónico presenta dos aspectos específicos importantes de la naturaleza del matrimonio. El primero consiste en la definición del matrimonio en la Gaudium et Spes 50 y el canon 1055 § 1 como "consortium totius vitae". El Segundo se refiere al objeto essential del matrimonio, que para el Código de Derecho Canónico de 1917 consistía en el ius corpus (el derecho del cuerpo), mientras que para el Código vigente consiste en la "mutua donation atque acceptation coniugum" (la mutual aceptació y donación de los cónyuges) que se da en el pacto nuptial "ad constituendum matrimonium" como lo describe el canon 1057 § 2.

El gran esfuerzo de la Iglesia en los tiempos modernos está siendo el de suturar el desgarramiento, en sanar la fragmentación en la auto-comprensión del ser humano. El Concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium et Spes, la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, las Catequesis sobre el amor humano en el plan divino de Juan Pablo II, junto con la monumental producción de su pontificado en torno al matrimonio y a la familia, son las piedras miliares en este camino contracorriente a una civilización que con lógica implacable se precipita a las conclusiones de unas premisas mal puestas y ciegamente mantenidas.

Podemos resumir así el evangelio del matrimonio, que hoy más que nunca la Iglesia debe proclamar:

El amor entre el hombre y la mujer, fundado sobre su diferencia - complementariedad sexual, que les hace ser uno para al otro y les abre a la transmisión de la vida humana, alcanza su digna rea-lización en el matrimonio, el cual, a la luz del plan divino de salvación, es imagen y participación en el mundo visible y sensible del amor único, indisoluble y fecundo de Dios por la humanidad, que encuentra su plenitud en el amor entre Cristo y la I-glesia, imagen y participación a su vez del amor entre el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo,en el seno de la Trinidad.

Las ideas directrices de este escrito están inspiradas en la presentación del profesor extraordinario de Teología del Sacramento del Matrimonio, Miguel Paz LC, durante la celebración del Congreso Internacional sobre la Teología del Cuerpo, en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Roma, Italia, del 9 al 11 de Noviembre, 2011.

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