La Dirección Espiritual en la Vida Sacerdotal y Laical

Friday, Jun. 10, 2011
By Fr. Langes J. Silva, STL, JCD

Parte II

La formación de los líderes laicos, así como la formación en los seminarios de los candidatos al sacerdocio, presentan desafíos específicos delineados por la fragilidad física, emocional y social, por la complejidad de la vida moderna y por el sin número de factores que afectan la vida diaria de los creyentes; este marco situacional nos muestra la importancia del acompañamiento de las personas en sus diferentes estados de vida por medio de la dirección espiritual. El actual Código de derecho canónico nos muestra esta necesidad, sólamente como una exigencia jurídica, sino también como un deber de los ministros sagrados y un derecho/deber de todos los fieles cristianos. Algunos de los cánones que expresan esta realidad espiritual y jurídica son los siguientes:

o Con referencia a los todos los fieles cristianos:

Canon 213:

"Los fieles tienen derecho a recibir de los Pastores sagrados la ayuda de los bienes espirituales de la Iglesia, principalmente la palabra de Dios y los Sacramentos."

o Con referencia a los candidatos al sacerdocio:

Canon 239, §2:

"En todo seminario ha de haber por lo menos un director espiritual, quedando sin embargo libres los alumnos para acudir a otros sacerdotes que hayan sido destinados por el Obispo para esta función."

Los puntos más relevantes de esta temática serán expuestos teniendo en cuenta la presentación del Obispo de Cuenca, España, Monseñor José María Yanguas, en un reciente curso de formación espiritual en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. El tema que nos ocupa ha sido expuesto a través de una serie de preguntas y respuestas referidas a los pilares fundamentales de la formación de líderes laicos y de candidatos a las órdenes sagradas; en esta segunda parte, continuamos con la siguiente preguntas sobre la función del director espiritual y el discernimiento hacia una madurez afectiva:

- ¿Cuál debe ser el papel del director espiritual durante la formación laical o sacerdotal?

Se trata ciertamente de un papel fundamental. De una parte se ocupa de la vida y de la formación espiritual en las parroquias, los centros de formación y los seminarios, que tienen lugar mediante charlas, retiros, meditaciones, lectura de libros, dirección espiritual privada, entre otras. De otra, el director espiritual es guía espiritual de los laicos y de los candidatos al sacerdocio. Estos le abren sus almas, haciéndoles partícipes de su vida interior, con el fin de que puedan orientar, iluminar, corregir, abrir horizontes, aclarar dudas, proponer metas, animar a veces, moderar otras.

Se trata, entonces, de una labor que toca lo más íntimo y personal de cada uno. Es tarea que requiere una delicadeza extrema, de manera que los laicos y los candidatos al sacerdocio se sientan acogidos, comprendidos, apreciados; precisa de humildad y sentido de Iglesia para no formarlos a la propia imagen y semejanza de patrones individuales, sino a imagen y semejanza de Dios; pide respeto por las peculiaridades de cada uno en la seguridad de que no hay dos almas iguales y de que no existen recetas de aplicación universal; fortaleza para saber corregir cuando sea necesario; ciencia moral y conocimiento de la vida espiritual; atención a lo que Dios puede pedir a las distintas, esmero para facilitar su sinceridad, prudencia para llevarlos por un plano inclinado, paciencia para acompañar los ritmos de crecimiento, a veces tan distintos, de cada uno…

¿Qué podemos decir sobre la madurez afectiva?

La fragilidad, la inmadurez, la inconsistencia de ánimo es algo presente en muchos personas jóvenes o adultas. Se manifiesta como falta de armonía entre las esferas intelectual, volitiva y afectiva de la persona, creando inestabilidad, cambios frecuentes de estado de ánimo, conductas guiadas por las "ganas", incumplimiento de los compromisos adquiridos, desilusiones tras repentinos entusiasmos, estados depresivos sin más razón que los pequeños e inevitables fracasos, incapacidad para mantenerse o resistir ante los obstáculos, dificultad para tomar verdaderas decisiones. Las differences circumstancias del diario vivir colocan a las personas en estados de inconformismo y fragilidad que deben ser reconicidos para obtener el ajuste propio. Las personas afectivamente frágiles necesitan estar en el centro de la atención, ser reconocidas y estimadas y confunden fácilmente sentimiento y amor verdadero.

La madurez afectiva no es sólamente una cuestión de sentimientos; se refie-re más a la inadecuada integración del mundo afectivo en la totalidad de la persona, mientras que la madurez personal, en cambio, es fruto del armónico desa-rrollo de las capacidades propiamente humanas. La inmadurez afectiva no es cuestión sólo de la esfera de los sentimientos, supone seguramente inmadurez intelectual y volitiva.

Si el variado mundo de los sentimientos y afectos, frecuentemente confuso, prevalece sobre la inteligencia y la vo-luntad, se cae necesariamente en el sentimentalismo, permitiendo que sean los sentimientos quienes decidan sobre la verdad o el error y que sean ellos el único motor de nuestros actos. La razón pierde capacidad de discernimiento, y la vo-luntad se debilita. La vida de la persona queda así en poder de los sentimientos, variables, cambiantes, a menudo superficiales, siendo así que necesitan más bien ser dirigidos por la inteligencia, y gobernados por la voluntad.

Si el sentimentalismo invade la vida de piedad, ésta correrá un gravísimo riesgo apenas falten los sentimientos, experiencias o afectos que las sostienen. Se confunde equivocadamente con ellos y corre su misma suerte.

For questions, comments or to report inaccuracies on the website, please CLICK HERE.
© Copyright 2024 The Diocese of Salt Lake City. All rights reserved.