Las recientes ordenaciones son un recordatorio de la necesidad de vocaciones

Friday, Jul. 04, 2014
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De izq. a der.: El diácono David Trujillo, el Reverendísimo John C. Wester, obispo de Salt Lake City, el diácono Joseph Delka y el Padre Jorge Roldán durante la celebración de la Misa de ordenación celebrada en la Catedral de la Magdalena. IC Foto/ Marie Mischel
By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Traducido por: Laura Vallejo
Mientras me sentaba para escribir esto, apenas llegaba de la recepción realizada después de la ordenación al sacerdocio del Padre Jorge Roldán y de la ordenación como diáconos transitorios del diácono Joseph Delka y del diácono David Trujillo. Ese fue un día de mucha alegría para nuestra diócesis. Para nuestro nuevo sacerdote y diáconos transitorios, es la culminación de mucho trabajo. Estoy muy orgulloso por ellos por ser tan fieles a su entrenamiento y a su formación. Fue Dios quien los llamó y su generosa respuesta es realmente admirable.
Durante la ordenación se me ocurrió pensar que nuestra familia diocesana estaba reunida en la mesa del Señor celebrando el llamado especial de tres de nuestros hermanos. Llenar la Catedral de la Magdalena con tantos sacerdotes, diáconos, seminaristas, mujeres religiosas, líderes laicos y un gran número de laicos así como de los Caballeros de Colón, Las Damas y Caballeros del ‘Holy Sepulchre’, miembros del Consejo Pastoral y muchas personas más. Todos y cada uno de las personas en la diócesis estaban representados lo que me recordó un domingo cenando con la familia.
Sin embrago mientras celebraba la alegría de la ocasión, me sentí un poco incómodo al preguntarme ¿Por qué solo tres?
Ahora, por favor no se equivoquen, estoy profundamente agradecido por las ordenaciones, pero sé cuántas más necesitamos que respondan al llamado al sacerdocio en nuestra Iglesia local. Rápidamente dejo saber al Señor lo agradecido que estoy por estos maravillosos hombres para luego con mucha vergüenza preguntarle “Pero Señor, ¿Por favor podemos tener más?
Por supuesto que la respuesta de Cristo no está corta de prodigios. Dios es el “Dios del más”, y su generosidad nunca se acaba. No hay duda de que está llamando a muchos más al sacerdocio aquí mismo. Desafortunadamente tal vez hayamos perdido la habilidad de escuchar ese llamado o si lo hacemos, carecemos de generosidad para responderla.
No hay duda de que el problema es nuestro y que es un problema complicado que por solo nombrar algunos, implica nuestra cultura, la forma en que educamos a nuestros hijos, la experiencia de religión o la falta de comunicación que enriquece la vida sacerdotal.
Sea la que sea la solución que tomemos para resolver este problema, el lugar más importante para empezar a incrementar las vocaciones al sacerdocio es en las familias. 
Creo que los padres deben de preguntarse ¿Estoy animando a que mis hijos digan ‘Sí’ a las vocaciones religiosas, ya sea como hermana, sacerdote o hermano? Si mi hijo expresara interés ¿lo animaría o lo desanimaría y por qué?
Otra vez, el tema es complicado: algunos padres quieren tener nietos, otros tienen miedo de que la vida religiosa será difícil para sus hijos, y francamente otros simplemente no valoran la vida religiosa para sus hijos. Sea cual sea la razón, es triste pensar que la Iglesia está perdiendo vocaciones y que muchos que seguirían a Cristo como sacerdotes o religiosas se están perdiendo de la oportunidad de vivir una vida realmente satisfactoria. 
Digo esto porque aquellos quienes siguen el llamado de Cristo a “Ven y Sígueme” son las personas más alegres del mundo. Todos los estudios que he visto muestran que de todas las vocaciones posibles los sacerdotes están entre los más felices. Sé que esto es cierto en mi vida y en la vida de tantos de mis hermanos sacerdotes.
La familia es un apoyo invaluable para un niño que considera una vocación. Como frecuentemente decía San Juan Pablo II, la familia es el primer seminario. 
En muchos casos, sin ese primer seminario no habrá un segundo. Yo sé que el ejemplo de mi familia y su apoyo fue invaluable para mí. Cuando crecía todos los domingos íbamos a Misa, orábamos en casa, orábamos el rosario – la fe católica fue una parte muy importante de nuestras vidas. Más aun, mis papás me dejaron saber que mientras me apoyarían cualquiera que fuera mi decisión de vida, estarían muy orgullosos si decidiera ser sacerdote. 
Ese apoyo y comprensión fueron mucho para mí cuando ingrese al seminario a los 13 años de edad. 
Honestamente puedo decir que mi vida desde mi ordenación ha sido plena, llena de alegrías y excesivamente satisfactoria. Reto a los padres de familia en nuestra diócesis a animar y adoptar las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa en sus casas, y los reto a que prioritizen el sacerdocio y no lo den por hecho.
Aquí en el Centro Pastoral, podemos instituir todos los programas para el desarrollo de vocaciones que queramos, pero sin el apoyo de los padres y de los laicos, nuestros intentos fracasarían. 
Todos debemos poner de nuestra parte y hay muchas maneras de hacerlo: orar por las vocaciones,  activamente invitar a las personas a considerar si tienen una vocación y ofrecer ayuda a la oficina de vocaciones diocesana o apoyar a su coordinador de vocaciones en sus parroquias. 
El Diacono Ricardo Arias trabaja incansablemente promoviendo y apoyando las vocaciones en nuestra diócesis. Se que le gustaría mucho escuchar de ustedes.
Si, las ordenaciones de este año son una bendición y un evento de alegría, uno que nunca olvidaré: todos nos reunimos en la mesa del Señor en nuestra hermosa Catedral. 
En ese espíritu es que les pido a todas las familias de nuestra diócesis que se reúnan frecuentemente alrededor de las mesas en sus “iglesia locales”, en sus casas y que mientras se alimentan físicamente, espiritualmente y emocionalmente, que ustedes padres de familia también planten la semilla en los corazones de sus hijos para que esta, tal vez pueda crecer como una vocación religiosa o sacerdocio. 
Después de todo eso es lo que la palabra ‘seminario’ significa: una semilla. ¿Qué mejor lugar para alimentar y regar esas semillas que el ambiente amoroso del hogar?, Agradezco a las familias  del Padre Roldán y de los Diáconos Trujillo y Delka por haber cultivado esas semillas en los corazones de sus hijos.

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