Los obispos de Salt Lake City: El 9no. obispo – El Reverendísimo John C. Wester

Friday, Oct. 04, 2013
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By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Escribir un artículo de mí mismo como obispo de Salt Lake City resulta una tarea muy rara. No quiero enlistar los logros de la diócesis durante los pasados seis años; tampoco quiero pensar en una biografía organizada. En su lugar prefiero compartirles un mensaje, a ustedes, quienes a mi lado buscan realizar el trabajo de Dios.

Cuando comencé mi formación en el seminario (1964 a 1976) estuve en el seminario ‘St. Joseph High School’. Junto a nuestro gran edificio y a lo alto de la colina se encontraba el seminario Maryknoll, en son de los estudiantes tenían que caminar cuesta abajo por el camino de tierra (muy frecuentemente lodoso en el invierno) para asistir a clases con nosotros.

Admiraba a esos hombres (en ese entonces éramos 14) por sus ideales y su motivación por difundir el Evangelio. En ocasiones yo hablaba con mi director espiritual acerca de la motivación que sentía de unirme a los de Maryknoll y realizar sus misiones. El usualmente me persuadía de quedarme en la arquidiócesis de San Francisco y sospecho que el Arzobispo habría concordado con él.

Así es que en el 2007 cuando fui enviado a la diócesis Católica de Salt Lake City como el noveno obispo de la misma, sentí que quizás, Dios en su inmensa providencia, estaba llenando mi llamado temprano de ser un misionario.

No se confundan: La diócesis no es exactamente lo que uno podría llegar a llamar un país del tercer mundo, en donde el Evangelio nunca se ha proclamado. El Centro City Creek y la fuerte cultura religiosa de esta región montañosa ciertamente dispersan esa noción.

Sin embargo hubo temas misionarios en mi asignación: por primera vez en 57 años dejaba el lugar que me había visto nacer; tenía muy poco conocimiento de esta diócesis y sus personas – Solamente había estado en Salt Lake en dos ocasiones, una de ellas de noche; todos mis sistemas de apoyo estaban en San Francisco.

Así es que de alguna forma sentí que me aventuraba como misionero mientras me sentaba cómodamente en el asiento del Boeing 737 tomando un club soda y haciendo un crucigrama. Lo que encontré a mi llegada a Utah fue una comunidad católica vibrante, entusiasta y dedicada, ávidamente servida por mi antecesor. Habían dejado un legado y vie-ron a una comunidad católica creciente que verdaderamente es representativa de todo lo que es bueno acerca de nuestra amada iglesia.

Las personas son generosas, bondadosas y dan la bienvenida, son educadas en su fe y deseosas de servir, como es evidente en nuestro programa de ministros eclesiásticos laicos en la comisión hispana.

Nuestros sacerdotes, aunque pocos en números, se encuentran entre los servidores más generosos al servicio de la diócesis, Nuestros diáconos permanentes y sus esposas están por toda la diócesis deseosos de ejercer el ministerio en donde quiera que la necesidad este presente.

Nuestras Hermanas religiosas, mientras que mucho menores en números que en años pasados, pueden ser encontradas en cada aspecto del servicio y ministerios a lo largo de la diócesis.

El trabajo del personal del Centro Pastoral y los administradores y personal de nuestras escuelas, CCS y el cementerio va más allá de lo que se les pide y frecuentemente va más allá de sus descripciones de trabajo. Y aquellas personas que sirven en nuestras oficinas parroquiales nunca dejan de sorprenderme con su capacidad y hospitalidad.

Nuestra diócesis es una que crece a manos llenas, signo de nuestra vitalidad y fuerza.

Durante mis primeros cinco años aquí, dedique tantas iglesias como ese número en la diócesis.

Espero con alegría muchas más ceremonias conforme vemos el crecimiento de nuestra diócesis por los inmigrantes de otros estados y países.

Me encuentro entusiasmado por el proceso pastoral de planeación para el adviento que comenzará en el otoño del 2014.

Un comité ya ha recomendado el proceso a utilizar y ha pasado este año preparando a los líderes y facilitadores que nos guiaran a lo largo de las sesiones, priorizando las metas y objetivos de la implementación de estrategias para alcanzar las metas. Este proceso de planeación nos ayudara a construir una base sólida y un crecimiento maravilloso que hace que esta diócesis sea lo que es, una sana comunidad creciente de creyentes que alaban a Dios y viven el Evangelio.

Gracias a todos y cada uno de ustedes por hacer esta maravillosa iglesia local y por darme tanta alegría y orgullo de ser su obispo. Agradezco a Dios por cada día de poder servir como su pastor y les aseguro que están en mis oraciones pidiendo porque juntos caminemos en fe hacia el Reino del Señor. Que nuestro Dios todo amoroso quien ha comenzado este trabajo lo lleve a su grandeza.

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