Estos últimos días están pasando muchas cosas en nuestra Diócesis. Nos encontramos en la etapa inicial de la Corresponsabilidad: El camino de Vida, estamos a punto de comenzar a usar la tercera edición del nuevo Misal Romano y la Navidad está a la vuelta de la esquina. Tal vez tanto ustedes como yo, a veces se sientan como aquel conductor que va por la I-15 mientras habla por teléfono y escribe recordatorios en su libreta que está pegada en el parabrisas. El hacer varias cosas a la vez se ha convertido en un arte! Recientemente fui testigo de la epitoma de este arte cuando la semana pasada después de la reunión de Obispos, me encontraba esperando el avión en el aeropuerto de Baltimore. Sentada junto a mí estaba una joven mujer quien estaba utilizando su mano derecha para hablar en un teléfono y con la mano izquierda mandaba mensajes de texto en otro teléfono. ¡Increíble! Mientras que el hacer varias cosas a la vez puede tener beneficios, la joven estaba perdiendo lo que podría haber sido una maravillosa conversación y el conductor de la I-15 podría perder aún más si es que acabase en el hospital. Entonces ¿cómo es que el Adviento encaja en todo esto?, ¿es algo más que debemos poner en nuestro ocupado horario?. No, esto es un tiempo sagrado de espera, de la espera del Señor. Pero necesitamos enfocarnos en lo que realmente esta espera significa. No es el tiempo de sacar nuestra computadoras portátiles y realizar trabajos mientas esperamos a la Navidad, tampoco es un tie-mpo de vacación en el cual simplemente no hacemos nada. Este es un tiempo de vigilia y de estar alerta. El Adviento nos invita a relajarnos y darnos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor mientras vivimos el presente con atención especial a la llegada del Señor. El Adviento viene del latín que significa venir. La Iglesia nos invita a prepararnos para la llegada del Señor mientras reforzamos nuestras habilidades de observación para que cuando llegue la Navidad, estaremos preparados para recibirla. Ciertamente el Adviento es una temporada de preparación de la llegada de Cristo en la Navidad, pero es más que eso. Las liturgias del Adviento nos recuerdan que debemos abrirnos hacia el misterio de Cristo, el cual viene a nosotros no solo en la Navidad sino para la Gloria al final de los tiempos. Esta última llegada es conocida como parusía, una palabra griega que también significa venir. Los primeros domingos de Adviento sugieren este final, la llegada escatológica del Señor en Gloria mientras las dos últimas semanas se enfocan en la encarnación, el nacimiento de Cristo en Belén. Pero hay una tercer llegada del Señor y esa es el hoy, el ahora. La Iglesia nos recuerda que Cristo llega a nosotros cada día a cada momento. Si estoy consciente de esto todos los días de mi vida, estaré preparado para recibir al Señor en la Navidad y al final de mi vida así como al final de los tiempos. Ver a Cristo en cada momento de nuestros días puede ser un reto, no solo porque estoy acostumbrado a estar muy ocupado sino porque no todos los momentos parecen sagrados en lo mas mínimo. Sin embargo, nuestra fe nos enseña que Cristo trabaja en nosotros (por imperfectos que seamos) en nuestro mundo (no importa lo caótico), en nuestras vidas (no importa lo complicadas). Se requiere de mucha fe y de verdadera confianza para darse cuenta de esto. Recuerdo una cita de un fotógrafo del National Geographic quien dijo "La mayoría de las personas dicen que lo creen si lo ven. Yo creo que yo lo veo si yo lo creo". Durante el Ad-viento estamos llamados a poner nuestra confianza en Cristo, quien es la base de toda la vida y quien está a cargo de cada momento de nuestra existencia. Cuando creo esto, seré capaz de ver los milagros que me rodean todos los días. Cristo está trabajando en mi vida en la belleza de la sonrisa de un amigo, en los colores de un atardecer sobre el gran lago Salado, en la serenidad de un bebé mientras duerme en su cuna, en la caricia de la mano de un abuelo y en el beso de aniversario de una pareja. Cristo se convirtió en uno mismo con nosotros, tomando nuestra misma forma, nuestra carne. Cristo está constantemente encarnado en este mundo y nunca nos abandona- Nunca. El problema radica en que usualmente estoy muy ocupado para darme cuenta de estos momentos de gracia. Tal como la vieja calcomanía en la defensa de un coche dice "Si Dios no está en nuestra vida, adivine quien se mudó?" Durante este tiempo de Adviento escucharemos a los bautizados clamar "Preparen el camino del Señor!, Dense cuenta que es el camino del Señor no el de nosotros. Es el camino del Señor el que debemos preparar en una espera alerta y consiente. Si estamos preparando el camino del Señor, entonces estaremos en este cuando él llegue. El prepararse significa el abrir el camino para la llegada de Cristo. Debemos quitar los obstáculos del camino para lograr que nuestro Señor llegue a nosotros: el estar ocupado con trabajo, adicciones, materialismos y consumismos son solo algunos de los obstáculos. Es así como es que no es tanto que nosotros estemos esperando a Cristo sino que Cristo está esperando a que nosotros preparemos este camino en nuestros corazones. Este Adviento, pido en mis oraciones por que todos estemos más consientes ante la presencia de Cristo el cual siempre está con nosotros. Cuando pienso en esta mujer tan ocupada con los dos teléfonos, me pregunto si habrá perdido su vuelo. Por Dios Santo, ¡no nos vayamos a perder la Navidad! Nota del Editor: Siguiendo con el llamado del Obispo Wester para celebrar el Adviento, estamos reimprimiendo la Carta Pastoral del año pasado. La carta puede ser encontrada en la página 9 en inglés y en la página 14 en español.
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