Reflexión 8 – La Liturgia de la Eucaristía, Parte II

Friday, Feb. 03, 2023
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By Special to the Intermountain Catholic

Nota editorial: Esta es parte de una serie  de reflexiones sobre la importancia de la Eucaristía y lo que significa ser personas de la Eucaristía. Estas reflexiones son parte del Avivamiento Eucarístico de la Diócesis de Salt Lake City, el cual tuvo comienzo el 19 de junio y concluirá en el mes de julio del 2024, con el Congreso Nacional Eucarístico a realizarse en Indianápolis.

Estas reflexiones han sido diseñadas para ser leídas por un sacerdote, diácono o ministro durante las Misas,  después de la oración posterior a la comunión. Estas aparecerán impresas en este periódico, así como en el sitio diocesano en línea www.dioslc.org. La serie de reflexiones continuarán hasta el mes de junio del 2023 en preparación para el 9 de julio del 2023, día en que se celebrará el Rally Eucarístico Diocesano en el Centro Expositor Mountain América en Sandy.

Cuando el altar está listo y preparado para el sacrificio de la Misa, el sacerdote ya se ha preparado para ser digno de ofrecer el Sacrificio. Hemos pedido colectivamente a Dios que acepte nuestro sacrificio para nuestro bien y el de toda la santa Iglesia de Dios. Ocasionalmente, el sacerdote incensará las ofrendas, la cruz y el propio altar (que, de nuevo, modela los rituales de los sacerdotes del Templo). El incienso evoca la imagen de los holocaustos en el Templo que se elevaban hasta Dios en su humo para que los aceptara. El incienso también utiliza el sentido del olfato, enfatizando aún más que Cristo está presente entre nosotros a través de cada uno de nuestros sentidos en la Misa. A continuación, el diácono incensará al sacerdote porque éste ofrecerá el sacrificio por nosotros.  

El papel del sacerdote es extremadamente importante para la Misa, más allá de lo que vemos los fieles. Debe pasar por un extenso método de preparación para ser digno de ofrecer el Sacrificio. Muchas de estas cosas son detalles que no vemos, y esta preparación tiene lugar incluso antes de que comience la Misa.

Cada parte de la participación del sacerdote en la Misa es intencional. Algo tan sencillo como revestirse, o “vestirse”, para la Misa adquiere un profundo significado teológico para un sacerdote. Antes de vestirse para la Misa, el sa-cerdote se lavará las manos e incluso esta simple acción puede ir acompañada de una oración tradicional que pide a Dios la fuerza para estar interiormente limpio de mente y corazón para lo que va a hacer en nombre de la Iglesia.  

Las vestimentas que un sacerdote se pone son también muy importantes. El papel de un sacerdote no es pasivo o insignificante; va a realizar el acto más importante que una persona humana puede realizar, y al igual que los sacerdotes del Templo en el Antiguo Testamento, sus vestimentas deben significar esto. Dios mismo instruyó a Moisés exactamente cómo debe vestirse un sacerdote para ofrecer sacrificios (puedes encontrarlo en el capítulo 28 del Éxodo), y nosotros seguimos usando la instrucción de Dios para la Misa. Cada prenda que el sacerdote se pone puede implicar una oración específica, indicando además que nada que implique la Misa se hace frívolamente.

El sacerdote no celebra la Misa por sí mismo; Cristo celebra la Misa a través del sacerdote. Por lo tanto, las vestimentas que lleva un sacerdote alejan en cierto modo el foco de atención del ser humano y lo devuelven a Cristo, el que ofrece el sacrificio de la Misa.  

El último acto de preparación al que se somete un sacerdote antes de ofrecer el Sacrificio tiene lugar en el altar. Recuerda toda la preparación por la que pasó para llegar a este punto, lavándose las manos en el altar mientras reza una oración en silencio (Salmo 50:2): “Señor, lava mis iniquidades, límpiame de mis pecdos”.  El hecho de que muchos de estos actos reverentes e intencionados se realicen lejos de la mirada pública nos recuerda que la Misa no se “representa”, ni es un espectáculo para los ojos humanos.

Se hace para Dios, y lo que hacemos lejos de la mirada pública es la expresión más pura de lo que realmente somos. También nos dice que la Misa no es algo que se pueda hacer frívolamente. El papel de un sacerdote es necesario e increíblemente especial - como humanos, tenemos la bendición de tener entre nosotros a hombres que han aceptado esta solemne vocación. Pero esto no significa que nos quedemos sentados y los observemos desde un costado; hemos preparado al sacerdote como comunidad en todos los momentos fuera de la Misa para que esté listo cuando sus deberes sacerdotales sean necesarios para la Misa. Él ofrece este sacrificio en nuestro nombre.

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