Reflexión por el Aņo de la Misericordia

Friday, May. 06, 2016

Nunca olvidaré una conmovedora homilía dominical sobre el tema que los pobres siempre estarán entre nosotros (Marcos 14:7). Me di cuenta que nunca había conocido a una persona pobre.  Una oleada de conciencia cauterizó mi corazón; sabía que ya no iba a ser suficiente escribir un cheque para las misiones y colocarlo en la canasta del ofertorio. 
Recé y pedí a Dios por la gracia de conocer a gente a quien Él consideraba pobre. En menos de un año, yo estaba viviendo en el remoto pueblo de la Santísima Trinidad, Alabama. 
El Señor respondió a mi oración con el nacimiento de una niña de padres inmigrantes. Abandonaron su patria de México para encontrar una nueva vida llena de  oportunidades. Similar a mis abuelos que dejaron atrás la privación que se vivían en Irlanda 85 años atrás. Nunca pude conocerlos; ellos murieron de tuberculosis 30 años antes de que yo naciera. 
Sin embargo, allí estaba yo, caminando y hablando con personas igual a ellos. Llegué a la conclusión de que mucha gente debe haber venido a la ayuda de mis abuelos para ayudarles a aprender sobre la vida en los Estados Unidos y a encontrar una iglesia católica para continuar su jornada de fe. 
Ahora yo estaba ayudando a una nueva generación de inmigrantes. Fue humillante simplemente extender la mano para hacer la vida y la práctica de la fe un poco más fácil – mucho más significativo que escribir un cheque. 
Para mí, esta es la misericordia en su máxima expresión: devolver la hospitalidad y generosidad brindada a mis abuelos inmigrantes dando la bienvenida al forastero huyendo de la pobreza. ‘Señor, ¿cuándo te vimos como un forastero?’ (Mt 25, 38)
Lorena Needham, Lt Colonel, USAF, ret
Directora, Escuela Católica Santa Margarita
Ministra Eclesial Laica

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