Una petición por el amor, la compasión y la paz

Friday, Aug. 16, 2019
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El rev. Oscar A. Solis
By The Most Rev. Oscar A. Solis
Bishop of Salt Lake City

Todos estamos golpeados por las tristes noticias de los horribles e insensatos actos de violencia con armas en todo nuestro país. La gente está afligida y angustiada tratando de encontrar una buena respuesta de por qué y cómo siguen ocurriendo estos trágicos incidentes. Somos una nación que se enorgullece como una tierra de libertad, libertad y paz, un país fundado sobre los principios de la confianza en Dios, del amor, la compasión y la misericordia, especialmente para aquellos que llegan a nuestras costas: los hermanos y hermanas cansados, maltratados y pobres que necesitan nuestra ayuda. Sin embargo, estamos hundidos en un pantano de división odiosa y de dolorosa fragmentación en todas las facetas de nuestra sociedad: social, política, económica e incluso religiosa.

Pareciera que de alguna manera hemos perdido nuestra identidad y nuestro destino como nación y no hemos estado a la altura de los nobles ideales de nuestra nación.

En lugar de ser instrumentos de paz, artesanos de puentes de unidad y agentes de transformación para un mundo mejor, abrazamos una cultura de muerte que contribuye a la desaparición de la bondad de la humanidad, al ultraje a la santidad de la vida y la degradación de la dignidad humana.

 No reconocemos a los pobres, los enfermos, los hambrientos, los oprimidos y los necesitados de nuestra sociedad.

 En cambio, no sólo hemos sucumbido a la cultura de la frialdad global y a la insensibilidad a su difícil situación y sufrimiento -el centro de nuestra compasión y amor-, sino que también nos hemos convertido en el blanco de culpa por los males y la miseria que hay entre nosotros.

La reacción que se espera de cualquier persona ante las tragedias humanas, independientemente de su afiliación o creencia religiosa, es la simpatía, es decir, la sensibilidad para sentir el sufrimiento del otro. Es desalentador que lo que vemos y oímos sean las espantosas reacciones ausentes de civilidad. El odio y la violencia se unen con discursos más crueles y acusaciones que sólo amplían la brecha de nuestra división y partidismo en nuestra nación y sociedad.

Me pregunto y pido que si podríamos llegar a  recuperar nuestra sensibilidad.

Tal vez nos ayude si nos detenemos a observar, pensar y reflexionar profundamente sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor y nos diéramos cuenta de que lo que necesitamos ahora es permitir que prevalezca el afecto, la simpatía, la compasión, el amor y el cuidado de los unos por los otros.

Me gustaría que los líderes de los gobiernos dejen de culparse unos a otros y de lanzar discursos de odio, y que, en cambio, cumplan con su sagrada responsabilidad de promulgar leyes que impidan que estas tragedias vuelvan a ocurrir, para garantizar que las necesidades de los nonatos, de los enfermos, de los hambrientos, de los desempleados y de los que carecen de vivienda y de asistencia sanitaria puedan ser atendidas por ellos. Sería bueno que, por una vez, nuestros líderes pudieran sentarse juntos para encontrar maneras de garantizar la seguridad de todos, y que también nos den un ejemplo del espíritu de unidad y solidaridad que define quiénes somos como nación.

En medio de esta hostilidad, todavía podemos recobrar el hermoso espíritu de los Estados Unidos de América y transformar estas tragedias en un momento de esperanza. Nunca es demasiado tarde para restaurar la bondad en nuestros corazones, nuestros valores morales fundamentales y manifestarlos en acciones concretas de bondad y cuidado mutuo. Logramos el cambio no sólo a través de nuestros esfuerzos, sino con la ayuda de Dios que nunca nos abandona. Sin embargo, se empieza con el humilde reconocimiento de nuestros propios defectos, compartiendo la responsabilidad por el dolor, la pena y el sufrimiento que toda nuestra nación está experimentando a causa de la desigualdad, la injusticia, el odio y la intolerancia.

Les exhorto a un cambio de corazón, de actitudes, de percepciones erróneas hacia los que son diferentes a nosotros, y en vez de eso, alcanzar con amor la compasión hacia los migrantes y refugiados que huyen de sus países, golpeando nuestras fronteras y buscando encontrar un lugar de paz, justicia y una vida mejor. Hago una llamada a todos para que oren.

El jueves 15 de agosto de 2019, Fiesta de la Solemnidad de la Asunción, pedí a todo el pueblo de Dios de nuestra diócesis a hacer de este día un momento especial de oración y reparación. Sigamos recordando en nuestras intenciones de la Misa a todas las víctimas de los recientes tiroteos, a sus familias y comunidades que sufren de dolor y por nuestro país. Nos unimos en solidaridad para elevar nuestros corazones a Dios e invocar su gracia para que el amor, la compasión, la reconciliación, la unidad y la paz prevalezcan una vez más. “Señor, que haya paz en la tierra, y que empiece conmigo.”

El Reverendísimo Oscar A. Solis

Obispo de Salt Lake City     

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