Por el Padre Christopher Gray
En 2019 tuve el gran placer de conocer alguien que estaba dando sus primeros pasos hacia el catolicismo desde el ateísmo posreligioso, y desde entonces esta persona me ha sorprendido continuamente con una capacidad de alegría aparentemente inagotable. Experimenta los altibajos de la vida como cualquier otra persona, pero la presencia de la alegría en su vida es tan clara que es imposible imaginarlo sin ella. Durante estos últimos años fue bautizado y la alegría abunda en él más que nunca.
La alegría es difícil de describir pero fácil de detectar. Una persona alegre es característicamente una persona cuya gracia fluye efusivamente, un testimonio de la presencia divina entre nosotros en el Espíritu Santo. A veces caemos en el hábito de pensar que la gracia es simplemente el ingrediente especial que hace a un santo o el territorio personal de la Santísima Virgen María, tan llena de gracia, pero como católicos creemos que la gracia y la santidad están al alcance de todos, a través de nuestros sacramentos y más.
Tal como mi amigo se acercaba al bautismo, la alegría crecía en él a través de su devoción al Santísimo Sacramento y en acción de gracias al Espíritu Santo que obraba en su conversión. No sólo vi desarrollarse en él un entusiasmo, sino también un verdadero amor por la fe en todas sus manifestaciones: a través de la Sagrada Escritura, a través de los ritos de nuestra liturgia, y especialmente al dar gracias porque Dios estaba obrando en él y atrayéndolo a la fe. Este movimiento del Espíritu Santo ha continuado después del bautismo, y ahora vive su alegría a través del amor a la Eucaristía, tanto al Santísimo Sacramento como al pueblo de Dios respondiendo al llamado de vivir una vida sacramental, una vida con gracia. Ver su alegría trae alegría a muchos.
Historias como esta son un poderoso recordatorio de la forma en que el Espíritu Santo está obrando en la Iglesia. Esta historia de alegría durante la conversión no es única, pero resalta la hermosa interacción de vida, alegría y acción de gracias que es nuestra fe viva en la Eucaristía.
Constantemente refrescada y renovada, la alegría es alimentada por el Espíritu Santo, y nuestra acción de gracias, la Eucaristía, es a la vez el agradecimiento y el alimento que nutre la vida de un católico. Dios nos ha dado tanto y continúa bendiciéndonos de muchas maneras, por lo que nuestra corresponsabilidad y el compartir nuestros dones, compartir nuestro mismo ser, es una expresión particularmente poderosa de este gozo. El amor de Jesús por nosotros en la Eucaristía se refleja en nuestro amor por él y por los demás en la misma acción de gracias eucarística y la vida gozosa que nos rodea.
Como diócesis, un pueblo eucarístico, estamos en medio de un Avivamiento Eucarístico y nuestro Congreso Diocesano de este año tiene como tema “Eucaristía: Vida, Alegría y Acción de Gracias”. Todos están invitados a participar en sus propias parroquias, donde quiera que estén. Como pueblo eucarístico, somos un pueblo de alegría, gratitud y servicio. La historia de la conversión de un hombre puede inspirarnos hoy a reflexionar sobre cómo la alegría está presente en nuestras vidas, pero la Eucaristía es la piedra de toque de nuestras vidas como católicos cada día de nuestra vida.
El padre Christopher Gray es el párroco de la Iglesia Católica de St. Mary of the Assumption en Park City.
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