SALT LAKE CITY — Este año las parroquias y misiones a lo largo y ancho de la Diócesis de Salt Lake City celebraron la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe con grandes celebraciones; el año pasado esto no fue posible por la pandemia del coronavirus.
Muchas de las congregaciones comenzaron la celebración con una novena, la cual comienza nueve días antes del 12 de diciembre, día de la Fiesta. Conforme el día de la celebración se aproximaba un sentimiento de emoción y alegría comenzó a bullir en los corazones de los feligreses por toda la diócesis.
Ya que la Festividad este año cayó en el Tercer Domingo de Adviento, algunas parroquias tomaron la decisión de realizar la celebración de Nuestra Señora días antes de la misma.
El 10 de diciembre, la Catedral de la Magdalena, Iglesia Madre de la diócesis, comenzó la celebración con un Rosario para que después los estudiantes de educación religiosa de la misma realizaran una representación de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe ante San Juan Diego. Después un mariachi entonó varias canciones en honor de la Virgen.
A pesar del clima inclemente, una procesión por las calles aledañas a la Catedral fue encabezada por el padre Martin Diaz, rector de la Catedral, y por el diácono Guillermo Méndez.
La celebración tocó los corazones de los fieles.
“Sé que realmente hace mucho frío, pero mi corazón está lleno de alegría al poder estar aquí con salud y participando en esta procesión,” dijo Florentina Jiménez, quien platicó que durante meses estuvo muy enferma de COVID-19, y que todos los días le pedía a la Virgen por su sanación.
“Así es que ahora es mi turno el estar hoy aquí para celebrarla, honrarla y darle gracias,” dijo Jiménez.
Conforme la procesión regresaba al interior de la Catedral, el coro y orquesta de la misma esperaba para comenzar la Vigilia con el Obispo Oscar A. Solis. Este dio la bienvenida a la celebración y bendijo la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
“Mis queridos hermanos y hermanas, hoy nos reunimos para pedir por la intersección de Nuestra Señora de Guadalupe, quien es nuestra madre y la patrona de las Américas,” dijo el Obispo Solis, narrando así la historia de las apariciones de Nuestra Señora ante Juan Diego.
Este relato de las Apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe ante San Juan Diego, un indígena azteca, ocurrieron del 9 al 12 de diciembre de 1531.
La mañana del 9 de diciembre al llegar junto al cerrito llamado Tepeyac, Juan Diego oyó cantar arriba del cerro de repente se hizo el silencio, y oyó que le llamaban de arriba del cerrito y le decían: “Juanito, Juan Dieguito.”
Cuando llegó a la cumbre vio a una señora, que estaba allí de pie y quien le pidió que fuese con el Obispo a pedirle que le construyeran un templo.
Juan Diego se fue al palacio del obispo Fray Juan de Zumárraga, religioso de San Francisco. Juan Diego le dio el recado de la Señora del Cielo. Después de oír toda su plática y su recado, pareció no darle crédito.
Juan Diego regresó al cerro para pedirle a la Virgen que enviara a otra persona más valiosa para que el Obispo pudiese creerle. La Virgen le dijo que él debía de volver a ir; el Obispo así le pidió una prueba de la Virgen.
La Señora del Cielo le ordenó luego que subiera a la cumbre del cerrito. Cuando Juan Diego llegó a la cumbre, se asombró mucho de que hubieran brotado tantas varias exquisitas rosas de Castilla, empezó a cortarlas; las juntó todas y las hecho en su regazo. Bajó inmediatamente y trajo a la Señora del Cielo las diferentes flores que fue a cortar; la que, así como las vio, las cogió con su mano y otra vez se las hechó en el regazo, diciéndole: “Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de flores es la prueba y señal que llevarás al Obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla.”
Al llegar Juan Diego al palacio del Obispo, desenvolvió su manta ante él, pues tenía en su regazo las flores; estas se esparcieron por el suelo y en su tilma se dibujó de repente la preciosa imágen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios.
Durante las celebraciones del 10 de diciembre en la Catedral de la Magdalena “Nuestra Señora de Guadalupe nos invita hoy a su hogar,” dijo el Obispo conforme comenzaba la Santa Misa a las 11 p.m.
El Obispo dijo que sus apariciones han hecho que millones se conviertan a la fe, agregando que la celebración, “es un gran momento para todos los que sufren por la violencia, odio, racismo, guerras, frustraciones y otros retos en sus vidas, ya que Nuestra Señora nos la esperanza y nos pide compartir la Buena Nueva con toda América y con el mundo.”
La imagen de Nuestra Señora de Guadalupe le recuerda a las personas de su identidad y misión en el mundo, dijo el Obispo explicando los simbolismos de la imagen.
“Nuestra Señora está de pie... Las estrellas en su manto azul-verdoso revelan que ella es la Reina del Cielo. Su cinto negro nos dice que ella esta embarazada, llevando en su vientre al Salvador del mundo. Sus manos juntas, nos dicen que ella no es Dios, pero que claramente hay un Dios más grande que ella,” dijo el Obispo.
Nuestra Señora de Guadalupe anima a que las personas abran sus corazones, “para que las personas puedan conocer a Cristo,” dijo el Obispo.
“Nuestra Señora quiere que construyamos una Iglesia en nuestros corazones, en nuestros hogares y en nuestras vidas… en donde recibimos el Cuerpo de Cristo a través de la Santa Eucaristía,” dijo el Obispo.
La celebración también “nos da alegría y esperanza en estos tiempos de sufrimientos, retos e incertidumbres, así es que consolémonos en las palabras de Nuestra Señora a Juan Diego,” dijo el Obispo.
La virgen le dijo a Juan Diego: “ ...ten entendido hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige; no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí?, ¿No soy tu Madre?, ¿No estás bajo mi sombra?, ¿No soy yo tu salud?, ¿No estás por ventura en mi regazo?, ¿Qué más has menester?. No te apene ni te inquiete otra cosa.”
La comunidad de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe estuvo de manteles largos para la celebración ya que el esfuerzo y trabajo arduo de sus feligreses dio como resultado un nuevo altar para Nuestra Señora el cual fue inaugurado días antes para las celebraciones para la misma.
En la misión de San Judas en Ephraim, el Obispo Solis se unió a las festividades del 11 de diciembre tocando la guitarra y entonando canciones en honor a la Virgen. La pequeña misión estuvo abarrotada de feligreses para está celebración especial.
En otras parroquias como en la de San Felipe en Wendover, cientos de personas vestidas con trajes tradicionales y algunas más montando caballos, participaron en una gran procesión en la cual hubo varias carrozas arregladas con miles de flores e imágenes de Nuestra Señora.
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