Como seguidores de Jesús, pasaremos las siguientes semanas preparándonos para un encuentro radical, con el Salvador. Nacido en la pobreza, el Rey de Reyes nunca experimentó lo que una sociedad secular en ese entonces veía y aun ve como un ‘reinado’. Nunca vivió con lujos, nunca sacó su espada, nunca mostró preferencia por los ricos y poderosos sobre los destituidos. Jesús no ganó seguidores, sus predecesores compartiendo el mensaje de amor por los prójimos y por Dios el cual es demostrado a través de sus acciones de cenar con los marginados y brindar incesantes cuidados por quienes Su y nuestra sociedad prefieren dejar de lado.
Siguiendo el ejemplo de Jesús y parándose junto a quienes no tienen voz en la cultura contemporánea no ha hecho que los Católicos sean más populares en los Estados Unidos. Desde los padres de la nación, a nosotros los Católicos siempre se nos ha visto como quienes van contra corriente de la economía ame-ricana y de las estructuras culturales- fallando la subscripción hacia la prosperidad del Evangelio que penetra en tantas religiones americanas, rehusándose a comprometerse con la alabanza del dinero del que tanto se escucha en nuestra cultura secular, escuchando las enseñanzas de los papas, pero una voz, que sin importar lo popular que sea, importe profundamente.
Es nuestra voz Católica la que le recuerda a nuestros líderes las grandes responsabilidades que llegan con la gran riqueza. Es nuestra voz la que le recuerda a nuestras comunidades que toda vida humana es valiosa. Es nuestra voz la que exije una economía que ayude a todas las personas, en lugar de una que tiene éxito a espaldas de los devaluados trabajadores o de quienes no reciben un sueldo. Es nuestra misión ser testigos del amor de Jesús el cual hace ministerio en los indocumentados, en los indigentes, en quienes han sido traficados y explotados sexual o laboralmente, en los refugiados, en los presos, en los enfermos, en los adictos, en los abusados y en todos los que se encuentran entre ellos.
Ser una voz para los menos favorecidos no llega sin retos. Somos ridiculizados y etiquetados como ‘socialistas’, ‘no americanos’ y aún peor por quienes quieren desacreditar a nuestra Iglesia, politizándola o simplemente sin entenderla.
Atinadamente, algunas de las etiquetas tienen elementos de verdad. Somos ‘socialistas’ en el sentido de que tenemos la culpa por el capitalismo sin restricciones que pone a las ganacias arriba de las personas. Somos ‘no americanos’ en el sentido de que nuestra Iglesia es un sistema universal de creencias, y así, no nos endroga en la cultura y políticas de cualqueir país. Lo que es aun más alarmante es no ser etiquetado, y esa es la tendencia de que tales esfuerzos revelan una ideología política de nuestra fe. El Catolicismo habla ante los temas políticos, pero a diferencia de los partidos políticos, es verdaeramente una gran carpa con espacio para todos, aun cuando personal-menet se batalle con algunos aspectos de la enseñanza o las prácticas Católicas.
Este tiempo de Adviento, recordemos las raíces de nuestra fe - un Salvador que nació en la pobreza, que fue crucificado por alzar su voz en contra de los poderes y por quienes no tenían ninguno, una antigua tradición impregnada en el Evangelio de la verdad incondicional del amor de Jesús, una promesa de vida eterna aún para el menos merecedor, y nunca con miedo para ejercer nuestra fe a través de una voz Católica fuerte y universal.
Jean Hill es la directora de la Oficina de Vida Justicia y Pas de la Diócesis de Salt Lake City. Puede ser contactada en jean.hill@dioslc.org.
Traducción: Laura Vallejo
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