Madre Therese Bui
Especial para el Intermountain Catholic
Por todo el mundo las oraciones se elevan hacia el cielo en estos días. Oraciones por el gran miedo de la incertidumbre y el no poder hacer nada, oraciones de depresión, frustración y desilusión. Oraciones con dudas de porque Dios permitiría que tal mal como el coronavirus tome al mundo. Oraciones por la protección de Dios parecen haber dominado todos los corazones en estos días durante la Santa época de la Cuaresma.
Aquí en esta pequeña esquina en Holladay, nuestra comunidad Carmelita de enclaustro, día y noche están viendo hacia el cielo con lágrimas en nuestros ojos, rogándole a Dios por su protección a Sus hijos. Más que nunca antes, el aspecto intercesor de nuestra vocación, la oración, es más necesitada ante los ojos del mundo. Escuchamos de personas de todo el mundo, pidiendo que oremos por ellos; y a cada uno le hemos prometido que ofreceremos todas nuestras oraciones, trabajos y sacrificios por su bienestar espiritual. Hemos agregado la recitación del Capítulo de la Divina Misericordia y el Rosario a nuestro horario diario y pasamos más tiempo en Adoración al Santísimo Sacramento orando por todos.
“El Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién he de temer?,” (Salmo 27). ¿Cuántas veces hemos recitado ese salmo en la quietud de las horas de meditación? Aun así, cuando nos enfrentamos ante una enfermedad incurable que se ha esparcido por todo el mundo clamando tantas vidas, no podemos más que sentir miedo. Como comunidad tememos por nuestras Hermanas mayores: ¿qué pasaría si se infectan y mueren solas en un hospital?, nos preguntamos, “¿qué pasaría si una lo tiene e infecta a las demás?, nos preguntamos si ¿podremos celebrar nuestra recaudación anual de fondos la Feria de las Carmelitas en septiembre? Como hija, me preocupo por mis padres de edad avanzada que se encuentran en su hogar. Como religiosa me rompe el corazón cuando les decimos a los fieles que ya no celebramos la Misa de las 7:30 de la mañana en el monasterio. La desilusión de ver los planear cancelados de la hermosa celebración del Domingo de Misericordia y de la veneración de la reliquia de Santa Faustina la cual fue un don de hace unos meses. Y aún así hay tatos que sufren mucho más que nosotros. Tantos enfermos que mueren solos. Las personas no pueden ir al trabajo, etc. Este coronavirus ha afectado a cada uno en cada día de manera distinta. Sería realmente deprimente que todos pasáramos por esta pandemia sin sr capaces de ir a Dios buscando su ayuda. Pero “Todo es una gracia.” Estas simples palabras de Santa Teresa del Niño Jesús nos ponen de rodillas, y ponen todo en una mejor perspectiva- ante los ojos de la fe. Como Carmelitas debemos de saber de corazón que sin importar como son las cosas, si confiamos en Dios no hay porque preocuparse. Estamos agradecidas por las muchas horas que pasamos con nuestro Señor en oración y adoración, a través de las cuales hemos ganado fuerza para encontrar la paz en la voluntad de Dios y orara confiar en Él. Dios nunca nos abandona; Él está con nosotros ahora más que nunca con nuestros miedos y luchas. Ahora es el tiempo en que todos debemos caminar en fe, fe ciega, fijando nuestros ojos en Dios- todos los miedos desaparecerán dando lugar a la paz, a la verdadera paz que solo Dios nos puede dar.
Sea que vivamos o muramos por el coronavirus, oramos aún más para que no muramos una muerte espiritual. El coronavirus no nos puede quitar nuestras almas, pero los pecados mortales si pueden. Vivamos nuestras vidas de acuerdo a las leyes Santas de Dios para que nuestras almas permanezcan puras y no se manchen por nuestros pecados. Aunque nuestros espíritus nunca serán afectados por el coronavirus ni por otras enfermedades. Así es que no temamos, confiemos en Dios y adorémoslo, a Él quien nos ama y nos salva para la vida eterna.
Jesús dijo “He venido para que tengan vida y vida en abundancia,” (Juan 10:10).Oremos por la vida de los doctores y enfermeras, y personas de primeros au-xilios quienes ponen sus vidas en riesgo al servicio de los demás, oremos por los infectados del coronavirus para que se puedan recuperar y oremos por el don de la “Vida” de Dios de la vida misma, comenzando con los bebés en los vientres de sus madres - Vivamos en Él. Dejemos que nuestras almas se eleven con Él en esta Pascua. Inclinemos nuetras cabezas y oremos para que nuestro Buen Señor tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y aleje el coronavirus, por alabanza de Él y en su gloria.
Traducido por: Laura Vallejo
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