Echando un vistazo al 2020, esperando el 2021

Friday, Jan. 08, 2021
By Jean Hill
Director, Diocese of Salt Lake City Office of Life, Justice and Peace

Como el Obispo Solis nos recordó en su mensaje de Año Nuevo, ahora resulta un tiempo oportuno para reflexionar sobre cómo somos como seres de fe y en cómo podríamos seguir mejor las enseñanzas de nuestro Salvador. Al comienzo de este Año Nuevo, dejemos de lado el dicho secular ‘Nuevo año, nueva persona’ el cual se basa en cambios cosméticos o posesiones. En su lugar, unámonos con la resolución del Obispo Solis para vivir los valores del Evangelio y para crecer en nuestro compromiso hacia el bien común, pro-tegiendo la dignidad y santidad de la vida y asegurándonos de ser buenos corresponsables del don de la creación.

Pasamos gran parte del 2020 con recordatorios tangibles de nuestras interconexiones globales, viendo a nuestros hermanos y hermanas en India, África, Asia, Europa y en todas las Américas usando mascarillas y adaptándose a la ‘nueva normalidad’. Tales vistas fueron extrañas, pero también llenas de inspiración, conforme nos reunimos en una solidaridad global a través de las culturas para contener el coronavirus con un sencillo paso, el uso de mascarillas y el mantener el distanciamiento social.

El Coronavirus también nos forzó a pensar más concretamente acerca de la dignidad y santidad de las vidas que nos rodean, requiriendo usar mascarillas para proteger a nuestros seres queridos, así como a los desconocidos. Mientras que el usar mascarillas puede ser totalmente molesto, la incomodidad es menor comparada con la oportunidad que nos brinda para que cada día mostremos el amor hacia nuestros semejantes. Cada persona que vemos usando una mascarilla, o a la que nos acercamos usando nuestra propia mascarilla, visiblemente expresa los mucho que quien la porta valora la vida. Conforme la promesa de la vacuna da la bienvenida a un alivio de esos meses de aislamiento y video confe-rencias, no nos olvidemos que el decir un hola a las personas, disfrutar de lo que Dios nos ha brindado, del aire hasta los árboles, de las canciones que los pajaritos entonan hasta nuestros vecinos. Comprometámonos a vivir con gratitud por toda la creación y con el entendimiento de que vivimos más plenamente cuando nos enfocamos menos en el consumismo y más en la abundancia que los dones de Dios nos ha dado.

El año pasado también nos enseñó varias lecciones de caridad. La falta de papel de baño, los bancos de alimentos vacíos, los vecinos en cuarentena y los feligreses que no podían ir a Misa, dieron oportunidades para elegir compartir más nuestro tiempo, talentos y tesoros con los demás. En este año nuevo sigamos dando de nosotros, bien sea haciendo donativos o con tiempo para servir a lo indigentes, llevando la Comunión a quienes todavía no pueden asistir a Misa, llevando alimentos a alguien que se encuentra recuperándose de alguna enfermedad o con otros actos dándonos a alguien en necesidad.

Finalmente, el 2020 nos recuerda de la importancia que la celebración de la Eucaristía tiene para nuestra fe, pero también que somos más que los edificios de las Iglesias. Mientras que extrañamos el estar físicamente presentes en la Misa, podemos estar agradecidos porque la tecnología que nos ha permitido ser testigos de las celebraciones Eucarísticas, mientras nos protegemos los unos a los otros del mortal virus. Nuestra paciencia y sa-crificio en dejar de ir físicamente a las Misas para proteger las vidas de los demás ha demostrado una verdadera fe, esperanza y perfecta caridad. Mientras que nos regocijaremos cuando volvamos a estar juntos en nuestras parroquias, no nos olvidemos que siempre somos uno en Cristo, aun en Zoom o en  las transmisiones.

Jean Hill es al directora de la Oficina de Vida, Justicia y Pas de la  Diócesis de Salt Lake City

Traducción: Laura Vallejo

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