SALT LAKE CITY — El Instituto Congar de San Antonio, Texas, cuya misión es educar a líderes pastorales para servir en las iglesias e instituciones locales, facilitó un día de inspiración y oración para los líderes hispanos en el centro parroquial Benvegnu de la parroquia de San Vicente de Paul en Salt Lake City, el 11 de julio. El padre Jorge Presmanes, fraile dominico, comenzó el día de oración patrocinado por la Oficina de Educación Religiosa y la Oficina de Ministerio Hispano, motivando a los asistentes a que reflexionasen en los problemas más preocupantes de hoy día. Entre esos problemas se encuentran el aborto o falta de respeto a la vida, el abuso sexual, las guerras, el individualismo, la indiferencia, la desintegración familiar, la pobreza, la falta de amor, fe y esperanza, y las drogas dijeron quienes participaron. La raíz de muchos de estos problemas es la pobreza dijo el P. Presmanes. Ésta ha existido desde antes de Jesucristo, pero es necesario saber del nivel de pobreza que existía en los tiempos de Jesús para extender nuestro entendimiento de su ministerio. "Jesús vio el sufrimiento que resultaba de la gran pobreza… vio ciertos grupos que pretendían tener la solución", dijo el P. Presmanes. Los fariseos, quienes eran los maestros de la ley de Dios pensaban que Dios se compadecería de su pueblo y lo libraría de la opresión romana si los judíos se adherían a su ley. Los saduceos o sacerdotes a cargo del templo estaban de acuerdo con los fariseos en que el sufrimiento del pueblo de Israel era un castigo de Dios, pero no opinaban que la solución estuviese en la fidelidad a la ley, sino en ofrecerle más sacrificios a Dios. "Ahora, el pueblo tenía que pagar por los sacrificios. Esto le convenía a los sacerdotes", dijo el P. Presmanes. También existían los zelotes, quienes proponían que el sufrimiento de los judíos era un castigo del Imperio Romano y que la solución era la revolución. "El eje del Antiguo Testamento es la liberación de los israelitas, donde Dios se compadece y les dice, ‘Yo te voy a salvar. Yo soy tu Dios y tu eres mi pueblo’. Era un contrato de fidelidad. El castigo que surge de la infidelidad, no es castigo de Dios, es fruto del pecado, de la ruptura de la alianza", dijo el P. Presmanes. Finalmente llega Juan el Bautista, quien se refiere a la pobreza como un grave problema y propone que "el que tiene comparta con el que no tiene". A los cobradores les dijo que no cobraran más de lo debido y a los soldados que no abusaran ni hicieran acusaciones falsas y que se contentaran con lo que les pagaban. "Jesús dice que Juan tiene la solución y acepta el bautismo de Juan. El bautismo es la proclamación que Juan tiene la razón. Jesús no necesitaba el bautismo porque con el Padre y el Espíritu Santo ya era uno. Pero Jesús no se queda en el Río Jordán proclamando con Juan. Jesús abandona el ministerio de Juan y comienza el propio, uno que jamás se había visto para con los pobres, los enfermos y los pecadores", dijo el P. Presmanes. Los teólogos han deducido que Jesús nació en un nivel social alto porque sabía leer y su familia tenía oficio, añadió el Padre. "¿Entonces por qué no escribió?" preguntó uno de los líderes. "Porque su ministerio era con los pobres, quienes no sabían leer", contestó el P. Presmanes. "Jesús abandonó su posición de nivel alto para identificarse con los pobres, con los que más eran rechazados. Esto era algo radical y escandaloso. Era una decisión vergonzosa asociarse con el nivel más bajo. Pero Jesús se hizo uno con ellos", dijo. El Padre añadió que cuando Jesús comenzó a predicar, el vio a la gente y sintió una gran compasión. "En griego, la palabra que se traduce como compasión a veces se traduce como misericordia. Esta palabra es "esplagchnon", que quiere decir tener una compasión tan profunda que te causa una reacción física, un malestar", dijo. Después el P. Presmanes les recordó a todos la historia del leproso que le dijo a Jesús, "Señor, si tu quieres, me puedes sanar". Y Jesús le respondió, "Sí quiero", y le tocó. El Padre explicó que Jesús pudo haber curado al leproso desde lejos, pero vio que también tenía la enfermedad de no ser tocado por nadie, ya que los leprosos en aquellos tiempos tenían que cargar una campana que alertara a todos que venía en camino ypara que así se pudieran alejar de él. "El leproso tenía una enfermedad física y emocional porque lo más fundamental para un ser humano es el contacto con otras personas. El ser humano se humaniza a través del contacto", dijo. "Esto es lo que hay que aprender: todo lo que hizo Jesús fue motivado por la compasión. Hay que saber que tenemos un Dios que nos ama tanto, que tiene tanta compasión por nosotros que se enferma físicamente al vernos sufrir; y que nos perdona antes de que nosotros nos demos cuenta que hemos pecado". Acto seguido, el P. Presmanes recontó la parábola del hijo pródigo y enfatizó el hecho que el hijo pródigo no regresó a casa de su padre porque se había arrepentido de haber derrochado toda su herencia, sino porque tenía hambre. Aún así el hijo preparó un discurso para que su padre se compadeciera de él y lo aceptara nuevamente en su casa. Sin embargo, en cuanto su padre lo vio, le ordenó a sus trabajadores que le pusieran un anillo en el dedo y sandalias en los pies de su hijo. "El perdón de Dios es gratuito. No hace falta el arrepentimiento. Jesús ofrece su amor y entonces el arrepentimiento es fruto de ese amor", dijo el Padre. Además aclaró que la Eucaristía ayuda a combatir el pecado, por eso hay que tomarla lo más seguido posible. Solo aquellas personas que han cometido un pecado mortal no pueden participar. Un pecado para ser mortal tiene que cumplir con tres condiciones: tiene que ser de materia grave, haberse cometido concientemente y con total libertad. "La palabra que resume lo que recibieron en el retiro de hoy… es bendición", dijo. "Ustedes son una bendición para la comunidad de esta diócesis y es una bendición para mí haberme contagiado con su fe".
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