Existen un poco de dudas acerca de la posición de la Iglesia Católica en cuanto al tema del aborto- el cual es inherentemente malo. Sin embargo existe una confusión acerca de la postura pro vida total de la Iglesia. El derecho a la vida es un precepto fundamental del Catolicismo. Pero este derecho no termina con el nacimiento de un ser. La enseñanza Católica requiere que no solo protejamos al no nato sino que demos los recursos necesarios para asegurar que cada niño tenga todo lo necesario para vivir una vida con dignidad, comida, techo, educación, cuidados de la salud, trabajo, por nombrar solo algunos. Es entonces que para poder nombrarnos pro vida, debemos no sólo apoyar los derechos de los no natos, sino también los derechos que todos los seres humanos tienen para alcanzar sus necesidades primarias. Esto quiere decir que apoyamos programas que dan los recursos necesarios para mujeres embarazadas, madres solteras, madres que trabajan, y familias que viven o estar por vivir en la pobre-za. La lucha de los Católicos en contra del aborto no termina en las clínicas, continúa en los procesos para los presupuestos federales y estatales en donde los programas de servicios sociales (tales como el Head Start o el Programa de Asistencia Nutricional) parecieran ser siempre los primeros en ser reducidos, y debemos también apoyar la protección ambiental (acceso al agua potable y a alimentos sanos es un derecho fundamental para tener una vida digna). El apoyo por la vida no sólo termina en nuestras fronteras. Como Iglesia Universal, creemos en el derecho a la vida para todos, sin importar la religión, raza, etnia, discapacidad, geografía o género. Tal como se dijo en 1998 la Conferencia de Obispos Católicos: La cultura de la muerte se extiende más allá de nuestras fronteras: la hambruna, la negación a servicios de salud y desarrollo en el mundo, la violencia mortífera de los conflictos armados y el escandaloso tráfico de armas que desosovan dicho conflicto. Nuestra nación es testigo de la violencia domestica, de la propagación de las drogas, de la actividad sexual las cuales son una amenaza a la vida, y a la altera-ción del balance ecológico. El respeto a la vida humana nos llama a defender a la vida de estas y de otras amenazas. Nos llama a mejorar las condiciones de vida ayudando a otros dándoles comida, abrigo, empleos, comenzando con aquellos que se encuentran con más necesidad. Vivimos el Evangelio de Vida cuando vivimos en solidaridad con los pobres en el mundo, levantándonos a favor de sus vidas y de su dignidad. El derecho a la vida continúa hasta la muerte natural. El Papa Juan Pablo II fue particularmente firme con sus afirmaciones en cuanto a que el derecho profundo a la vida excluye el uso de la pena de muerte. "La sociedad moderna tiene los medios para protegerse a si misma, definitivamente negando a los criminales la oportunidad de reformarse". (Papa Juan Pablo II, St. Luis, MI., Enero de 1999). En un país tecnológicamente desarro-llado como el nuestro, la sociedad debería ser protegida de depredadores violentos que tienen como último recurso la ejecución. La enseñanza Católica social acerca del derecho a la vida abarca más allá de solo una postura pro vida ante el aborto. Los Católicos deben de abogar no solo por el fin de los abortos, sino por el fin de las injusticias que llevan a que las mujeres busquen el aborto – a la falta de recursos a apoyos, a la violencia en contra de las mujeres entre otras cosas. Si en verdad somos Católicos pro vida, debemos de abogar por los pobres, por las personas sin respeto, por las personas privadas de derechos en el mundo.
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