Traducción: Laura Vallejo
El tiempo de la Cuaresma llama a los cristianos al ayuno. Entre las muchas razones para limitar los alimentos y las bebidas para obedecer a Dios, para practicar la auto disciplina, para expresar nuestra hambre de Dios, para mostrar solidaridad con el pobre y para curar los pecados, todo en espera de obtener el premio celestial.
El ayuno es uno de los tres pilares de la Cuaresma, los otros son la oración y la limosna. Existen muchas maneras de orar, y muchas para expresar la caridad, pero Jesús mismo nos dio la dirección para el ayuno.
Cuando ayunamos, Jesús nos dice en el Evangelio de Mateo que no busquemos lo fúnebre. En su lugar, “cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto,” dijo Jesús.
Explicando sobre la teología del ayuno, Santo Tomás de Aquinas’ en el Summa Teológica dice que el ayuno excesivo debe evitarse; una persona debe de comer lo suficiente para mantener la vida y mantener la suficiente fuerza para hacer “los trabajos a los que estamos comprometidos.” En respuesta a quienes ayuna en exceso Santo Tomás le escribió a San Jerónimo que “quien daña su cuerpo sin moderación sea comiendo mucho o comiendo muy poco, o durmiendo muy poco, ofrece un sacrificio de robo.”
San Francisco de Sales ofrece una precaución similar sobre la necesidad de la moderación del ayuno. Aunque él sugiere el llevar el ayuno en “algunos días mas allá de lo que la Iglesia pide,” ya que el beneficio espiritual del ayuno es grande.
San Basilio el Grande conocido como San basilio de Cesárea hizo eco a las enseñanzas de Cristo enseñando a las personas que realizan ayuno que ““Debemos ayunar de manera acceptable y agradable al Señor. El verdadero ayuno es alejarnos de la maldad, la templanza de la lengua, abstinencia del enojo, separación de los deseos, las calumnias, las falsedades y las injurias. El ayuno es quien da alas a la oración para que pueda subir al cielo; es la firmeza de la familia, la salud de la madre y el maestro de los hijos.”
El ayuno es un don antiguo el cual hace enmiendas con Dios agregó San Basilio. “El ayuno es útil en todo tiempo e impide siempre los ataques del demonio. Pero, sobre todo, se promulga por él en el orbe entero el edicto penitente. Soldados y caminantes, maridos y mercaderes, lo reciben con gozo.”
Manteniendo las enseñanzas de la Iglesia San Basilio dice que el ayuno no es solo abstenerse de comida sino “se debe tener cuidado de no mezclar otros vicios con vuestra abstinencia,” tales como la ira o los insultos.
Con el ayuno , “la ambición, la ira, el miedo y la ansiedad, pasiones nocivas del alma, cuando se aplacan con la paz privándolas de continuos estímulos, pueden ser derrotadas más fácilmente.”
Siguiendo al Vaticano II el Papa Pablo VI en su constitución apostólica Paenitemini dice que , “la Iglesia, meditando con más profundidad en su misterio, ha examinado su naturaleza en toda su dimensión, y ha escrutado sus elementos humanos y divinos, visibles e invisibles, temporales y eternos. Profundizando, ante todo, en el lazo que la une a Cristo y a su obra salvadora, ha subrayado especialmente que todos sus miembros están llamados a participar en la obra de Cristo, y, consiguientemente, a participar en su expiación.”
Continuando con el tema de su predecesor el San Papa Juan Pablo II en su audiencia de marzo 21 de 1979 dijo que la práctica del ayuno “no es sólo el “residuo” de una práctica religiosa de los siglos pasados, sino que es también indispensable al hombre de hoy, a los cristianos de nuestro tiempo. Es necesario reflexionar profundamente sobre este tema, precisamente durante el tiempo de Cuaresma. El ayuno en el tiempo de Cuaresma es la expresión de nuestra solidaridad con Cristo. Tal ha sido el significado de la Cuaresma a través de los siglos y así permanece hoy.”
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