Feliz Navidad del Obispo Wester

Friday, Dec. 21, 2012

El Reverendísimo John C. Wester, Obispo de Salt Lake City

Conforme este año celebramos la Navidad, escuchamos el coro de los ángeles en toda la tierra ‘Joy to the World’. Tristemente después de la tragedia de la semana pasada en la primaria Sandy Hook en Connecticut, no nos sentimos tan festivos. En lugar de eso nos encontramos de luto por esas inocentes jóvenes vidas y por las otras que fueron quitadas en un acto de violencia sin sentido. Este es un tiempo de duelo, para ventilar nuestro dolor, no para celebrar. Pero hay algo muy dentro de nosotros que no dejará que la Navidad sea vencida, a pesar de los terribles eventos de la semana pasada en la Costa Este. La Navidad aún tiene algo que decirnos, y la alegría anunciada por los ángeles en Belén no desaparecerá, especialmente si sujetamos el VERDADERO significado de la felicidad cristiana.

¿Qué es lo que la Iglesia quiere decir cuando hablamos de la alegría a la llegada del Señor?, ¿es una fiesta de celebración?, o ¿es abrir regalos o, inclusive alcanzar metas de alegría?. No, no es eso. De otra manera la alegría cristiana se refiere a la profunda paz y el lleno interior que llega de la correcta relación con Dios, una relación que tiene un futuro.

El mensaje de la Navidad, tal como lo anunciaron los ángeles a los pastores, es que solo con una correcta relación con Dios nos dará la verdadera alegría. Ni las cosas materiales, la aclamación publica, el poder ni el éxito financiero dan la verdadera felicidad. Existe cierta alegría pasajera que llega con esas realidades, pero es una alegría superficial que nos deja queriendo más. Solo vean el número de personas ricas, poderosas o populares que están deprimidas, nunca están satisfechas con lo que tienen y siempre buscan la felicidad en otros lados. San Agustín sabía esto hace varios siglos cuando nos recordó que nuestros corazones no descansaran hasta que descansen en el Señor. San Ignacio construyó esta verdad cuando escribió que hemos sido creados con un solo propósito, el ser uno con Dios para siempre en el cielo. Solo la relación con Dios nos puede dar la verdadera alegría. Esto es el por qué Cristo vino a nosotros, para que nosotros podamos restaurarnos en una relación correcta con Dios.

Estar en una relación amorosa con Cristo es ser reafirmados en un nivel muy interior, dándonos el sentido de valor y el conocimiento seguro de que nuestras vidas tienen sentido.

Esto nos permite a cambio amarnos en el sentido propio de ese término y amar a los otros como a nosotros mismos. Una relación correcta con Dios nos abre a otras relaciones en nuestras vidas, y todas nos llevan a la verdadera felicidad. Solo el amor nos puede llenar totalmente ya que los seres humanos fueron creados para amar por un Dios que es amor. Creados a su imagen, tenemos el amor como nuestro destino, y es el amor en si la única manera de alcanzar nuestro destino. Como Jesús nos dijo "Soy la manera, la verdad y la vida". En otras palabras, Jesús es la verdad que nos lleva a través del camino de la vida amándonos por lo que somos y siendo nuestro amor.

Un mayor aspecto de la alegría que se experimenta a través del amor de Dios es que éste tiene un futuro.

Cristo siempre viene a nosotros: es el Dios del más. Celebrar la Navidad cada año es una manera simbólica de las maneras infinitas que Cristo llega a nosotros en cada momento de nuestra existencia. Cristo nos ama con un amor interminable, el cual es un aspecto crítico de nuestra alegría. La alegría que sólo dura un momento, aunque sea la alegría dada por amor, al final no es satisfactoria. El amor debe siempre crecer. Como un río, mientras más cambia y más crece más permanece.

Si el amor sólo fuera para el presente, nos condenaría a una vida de arrepentimiento, buscando lo que una vez fue y ya no es. El amor de Cristo no es así. Es para siempre y por lo tanto es una fuente de alegría interminable, de posibilidades infinitas.

Es por esto que el sacramento del matrimonio une a una esposa y a una esposa en un lazo permanente, una unión que está hecha para durar una vida entera.

De hecho, ya que Cristo es una parte íntima del sacramento, su amor puede ser visto como interminable: el amor de Cristo tiene un sello eterno. Nuestra ce-lebración anual de Navidad es llenar esa promesa de que Cristo estará siempre con nosotros hasta el fin de los tiempos, en el cual seremos uno mismo con él para siempre en el cielo. Eso es la verdadera alegría!

Es así que la verdadera alegría no es solo pasajera es una relación amorosa con Dios y con los otros que tienen sus raíces en la vida misma y florece en la eternidad. Porque tenemos un futuro con Cristo, nuestro presente más doloroso será transformado en un pasado redimido.

En otras palabras, siempre hay esperanza en Cristo, siempre hay vida nueva en Cristo, siempre hay un mañana con Cristo. Todos los amores de nuestras vidas se suman en el amor eterno de Cristo por nosotros y en nuestro amor eterno por él. Es por esto que al final, la muerte misma morirá y seremos uno mismo con Cristo y con los amores de nuestras vidas para siempre.

Esta es la perspectiva que la Navidad nos da a la nación en duelo especialmente a esos padres en luto en Connecticut. Este es un momento de profundo dolor y este seguirá estando en el futuro impredecible.

De hecho, las personas que están de luto nunca se recuperaran totalmente. Pero a pesar de esta tragedia no podemos erradicar el tipo de alegría que celebramos en la Navidad. Dios se acerca; Dios está con nosotros; Dios es Emanuel. Y en Dios tenemos futuro, y esos niños y adultos asesinados en la primaria Sandy Hook tienen un futuro, un futuro que nunca puede ser quitado por la violencia o por ningún otro motivo.

Dios está con nosotros y nos alegramos, a pesar de nuestras lágrimas.

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