'Habla, Seņor, que tu siervo escucha'

Friday, Jan. 14, 2011
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By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

SALT LAKE CITY — En 1 Samuel 3, versículo 1, y en los siguientes versículos, leemos sobre el llamado de Samuel mientras estaba bajo la supervisión de Elí el sacerdote. Una y otra vez, Samuel pensaba que Elí lo lla-maba en las noches solo para descubrir que era Dios mismo el que lo llamaba. Con la ayuda de Eli, Samuel escuchó el llamado del Señor y le respondió conforme a lo que se le había aconsejado, "Habla, Señor, que tu siervo escucha". Estas palabras se han repetido a través de los tiempos conforme los humanos han escuchado en sus vidas el llamado del Señor. Es un fenómeno verdaderamente sorprendente que el Dios Misericordioso, completamente trascendente y Todopoderoso, entre en una relación personal con cada uno de nosotros y nos llame por nuestro nombre. Eso quiere decir que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. No somos sólo un número o un ser sin rostro que hoy estamos y mañana ya no. Es así como cada uno de nosotros es único y tiene una vida irrepetible que Dios ama en su existencia y para la que Dios tiene un propósito único. Es esta vocación la que es el camino personal hacia lo sagrado, el camino que nos lleva a la vida eterna.

Esta edición del Intermountain Catholic trata el tema de las vocaciones, explorando el gran misterio y la increíble gracia de que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Permítanme compartirles unos pensamientos acerca de este tan importante tema.

Una de las grandes verdades de nuestra fe es que el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros puede discernirse y, una vez que nosotros decimos "sí" a éste, Dios nos dará lo que necesitamos para que lo cumplamos en nuestras vidas. El primer paso de este proceso es reconocer que Dios en verdad tiene un plan para cada uno de nosotros. Esta realidad es el gran antídoto para la falta de autoestima que muchos hemos experimentado. A pesar de cuantas veces nos han humillados o cuantos derrotas hemos enfrentado, siempre es verdad que Dios nos esta continuamente reafirmando a través de su llamado para que vivamos la vida que solo cada uno puede vivir. El plan de Dios para cada uno de nosotros es único y no existe nadie en el mundo, en el pasado, presente o futuro que pueda llenar esto más que el individuo para el que se le ha asignado.

Por supuesto, el reconocer que Dios tiene un plan para mí es el primer paso del discernimiento vocacional. El siguiente es que cada uno escuche el llamado para saber qué es. Vivimos en un mundo muy ruidoso en el cual resulta difícil escuchar cuando Dios nos habla. Además nos gusta escucharnos hablar y muy frecuentemente olvidamos escuchar, realmente escuchar, la voz de Dios. Muy a menudo permitimos que los medios de comunicación, los comerciales y otros intereses nos digan que es lo que queremos pero de hecho solo es Dios quien nos puede dar la felicidad y solo Dios nos puede enseñar nuestra verdadera vocación, el verdadero camino hacia la felicidad. Escuchar a Dios es el primer paso necesario para discernir mi vocación.

El siguiente paso hacia el discernimiento vocacional es tener el valor para seguir a Dios. Una vez que lo hemos escuchado debemos tomar una decisión de seguirlo en lo que sea que Dios ha elegido para nosotros. No es fácil para nosotros el dejar ir inmediatamente los placeres de la vida y comprometernos a esas metas que al final nos harán verdaderamente felices y que nos demandarán sacrificios, valor y paciencia. En esta sociedad que ha crecido acostumbrada a las gratificaciones instantáneas es difícil poner a un lado los pla-ceres inmediatos a favor de la búsqueda de la felicidad en una vocación la cual desarrollará nuestro potencial tal cual y Dios lo quiere.

Claramente, no es fácil discernir, mucho menos seguir, nuestro verdadero camino en la vida. Necesitamos ayuda, el tipo de ayuda que Elí le dio a Samuel. La suya era una re-lación especial en la que Samuel creyó que Elí lo iba a ayudar a seguir a Dios. Dios utilizó a Elí como herramienta para comunicarse más claramente con Samuel, quien confiaba en él totalmente. Muchos de nosotros en la Diócesis Católica de Salt Lake City estamos llamados a ser un Elí, o un mentor, para muchos jóvenes que se encuentran discerniendo su vocación. Es un llamado especial el poder apoyar a los jóvenes para que escuchen internamente la voz de Dios en ellos mientras disciernen su vocación en sus vidas. Es importante que nosotros tomemos ésta papel seriamente y hagamos lo que se deba de hacer para rea-firmar a nuestros jóvenes mientras ellos tratan de entender más claramente lo que Dios quiere de ellos. Esto lo veo como una realidad especialmente para los padres de familia que tienen una relación especial de amor y confianza con sus hijos.

En una nota final, me gustaría agregar que hay unos pocos entre nosotros a quienes Dios está llamando a la vida de servicio a Dios como sacerdotes. Pido de una manera muy especial a los padres de familia que promuevan el sacerdocio en sus familias y que animen y apoyen a sus hijos a considerar seriamente la posibilidad de esta maravillosa vocación. Entiendo que a veces los padres de familia pueden estar reservados en cuanto a animar al sacerdocio en sus hogares ya que ellos saben que la vida de un sacerdote no es fácil, especialmente en estos tiempos. Al mismo tiempo, el sacerdocio es una vida de profunda alegría y de una increíble realización.

Expreso gratitud a Dios por las muchas y diversas maneras en que él nos llama a seguirlo. Pido en mis oraciones para que nosotros en nuestra Diócesis hagamos el llamado al sacerdocio una prioridad en esta iglesia local en la que estamos desesperadamente necesitando sacerdotes. Pido a los padres de familia apoyar particularmente a sus hijos cuando estos consideren esta vocación.

Que el Señor dueño de la mies, continúe bendiciendo a nuestra Diócesis con católicos dedicados que en verdad buscan seguir a Dios en sus vidas. Elogio a todos que han seguido a Cristo, solteros, casados, parejas, religiosos u ordenados. Que Cristo continué bendicién-donos a todos en nuestros diversos caminos de vida mientras que pedimos por valor y confianza para resonar las palabras de Samuel cada día de nuestras vidas, "Habla, Señor que tu siervo escucha".

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