Para todos los Católicos el mes de noviembre es un tiempo para contemlar la muerte o el fin de la vida en la tierra, conforme celebramos a todos los Santos el 1ero de noviembre y a los Fieles Difuntos el 2 de noviembre. Los dos días tienen conexiones cercanas. Todos los Santos está dedicado a honrar a todos los santos canonizados, así como a otros solo conocidos por Dios, quienes vivieron vidas ejemplares en la santidad y a veces fueron mártires.
Tipicamente el Día de Todos los Santos es un día de obligacion. Este año no lo será pues cae en día lunes.
Los Fieles Difuntos es un día en que conmemoramos a los fieles fallecidos. No es un día de obligación, pero la Iglesia anima a que las personas asistan a Misa ambos días para orar y recordar a quienes han fallecido en la Gracia de Dios.
Nuestra Iglesia tiene una hermosa teología y enseñanza sobre la vida, muerte y sobre nuestro destino. Cada domimgo y otros días santos, profesamos la fe “en comunión con todos los santos, para el perdón de nuestros pecados, y la resurección a la vida eterna”, [Credo]. La vida eterna es la completa unión con Dios en el cielo, el destino para quienes mueren con la gracia y amistad de Dios. Esta definida como “Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo” . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha.”,” [CCC1024].
A diferencia el infierno, es un lugar en donde están quienes mueren en pecado mortal sin arrepentirse y quienes se oponen a aceptar la misericordia del amor de Dios. Nuestra Iglesia nos enseña que “Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final.” [CCC 1037]
No todas las almas ingresan inmediatamente al cielo. Quienes mueren en la gracia y amistad de Dios, pero no están perfectamente purificados en la remision de sus pecados, van hacia una purificacion final, lo que en la Iglesia es conocido como purgatorio.
La entrada al cielo es através de la Gracia de Dios y en como cooperamos con Su Plan Divino o testamento en nuestras vidas terrenales. El catecismo nos dice que “Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306).” [CCC 1022].
Por lo tanto, en esta tierra somos meramente peregrinos del camino hacia nuestro destino final; el cómo vivimos nuestras vidas en la relación con Dios y con nuestros semejantes tiene consecuencias eternas.
Nuestra Igelsia nos enseña a orar en honor de los santos, de los fieles difuntos, especialmente por las almas en el purgatorio. La Biblia nos dice que “por eso mandó hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.” [2 Macabeos 12:46].
Las oraciones por los fieles difuntos se ofrecen frecuentemente. En cada Misa, el sacerdote en la Eucaristía ora por “todos losque se han ido en la esperanza de la resurección... Durante las vigilias, funetales y entierros rezamos oraciones similares.
Aqui en Utah cada año es nuestra tradición es celebrar una Misa especial por los fieles difuntos en el cementerio Católico Mount Calvary. Sin embargo, este año no será celebrada en el cementerio. Los invito a la Misa de las 5:15 p.m. en la Catedral de la Magdalena o a asistir a la Misa de todos los Fieles difuntos en sus parroquias. Oremos por todos los los que se nos han adelantado marcados con el símbolo de la fe. También oremos por nosotros para que nunca nos alejemos del Señor. Tengamos la fe de Santa Teresa , quien dijo “no será la mueret quien venga por mi, sino el buen Dios.”
Traduccion: Laura Vallejo
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