Michael Courtney
Archivista de la Diócesis de Salt Lake City
Traducción: Laura Vallejo
Este artículo es el tercero en una serie en celebración del Año Jubilar de la Esperanza. Este explora los aspectos históricos del tema del jubileo ‘Peregrinos de la Esperanza’. Los diáconos y sus familias de todo el mundo se reunirán del 121 al 23 de febrero en Roma para el Jubileo de Diáconos
Este artículo fue originalmente publicado el 9 de diciembre de 1977 y es una reflexión de diácono Manseuto “Max” Flaim sobre su primer año en el ministerio diaconal
El diácono Flaim fue miembro de la primer clase de diáconos de la Diócesis de Salt Lake City. Fue ordenado el 26 de diciembre de 1976 en la Catedral de la Magdalena por el Reverendísimo Joseph L. Federal, sexto Obispo de Salt Lake City. El diácono Flaim trabajó en la Armada en Tooele como especialista de computadoras. Primero fue asignado al Hospital de la Santa Cruz para servicios litúrgicos y al hospital de St. Mark para servicios pastorales; más adelante sirvió en su parroquia de Saint Marguerite en Tooele.
Reflexión de un Diácono
“Valió la pena romperme las piernas para conocerte. Tan solo por eso lo volvería a hacer.” Esas palabras me fueron dichas por uno de los pacientes con los que tuve la oportunidad de hacer Ministerio durante mis primeros seis meses ordenados como diácono. Nunca olvidaré esas palabras, especialmente porque no fueron dichas por la mujer mayor que sostenía un Rosario y una aurora en su cabeza, sino por un hombre.
Él era un hombre grande y fuerte con un hijo en la universidad y una esposa que apoyar. Un hombre quien había trabajado toda su vida en la industria del cobre. Un hombre que representaba a un católico americano. Un hombre tocado por Dios; tocado por el Espíritu Santo a través de mis manos, mi voz y mi presencia.
Los seis meses que pasé junto a mi esposa e hija a mi lado siendo diácono en los hospitales de la Santa Cruz y de St, Mark son unos de los momentos más memorables y que me dieron mucho en mi vida.
El hombre con las piernas rotas es solo uno de las varias personas quienes compartieron su sufrimiento durante mi ministerio, el ministerio de la presencia de Cristo. El Evangelio nos relata muchos hechos de Jesús el sanador tocando a las personas, a sus vidas, a través de la sanación física y espiritual. Ese es el Jesús que puedo ser como diácono.
Este es el Cristo que intento ser durante mi trabajo diaconal en el hospital como miembro del equipo de cuidados pastorales; llevando la comunión a los enfermos, escuchándolos, sosteniendo sus manos, tocando sus rostros; queriéndolos.
Mi asignación en la parroquia de St. Marguerite en Tooele me ha regresado a mi hogar con mis vecinos. Esta asignación presenta un caleidoscopio de retos y de oportunidades para ser ese Cristo en el Evangelio.
El Ministerio parroquial me llama a ser un líder parroquia y a ser maestro enseñando CCD; a predicar en la Homilía del Domingo; a ser un ministro litúrgico por catequesis bautismal y por mi propio Bautismo.
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