La Diócesis Católica de Salt Lake City se ha bene-ficiado de las bendiciones infinitas de Dios. Fue un honor especial para nuestra Iglesia local el ser parte del Peregrinaje Eucarístico Nacional. La semana pasada en Utah. Muchos fieles católicos se reunieron para adorar la Presencia Real de Cristo en el Santísimo Sacramento, como parte del Peregrinaje Eucarístico que se dirige hacia India-nápolis para el Congreso Eucarístico Nacional a ce-lebrarse en el mes de julio.
En la procesión la presencia de los fieles subrayaron la creencia fundamental de todos los católicos en la Eucaris-tía, el más grande sacramento y cúspide de nuestra vida Cristiana. Fue un momento precioso el poder ser testigos del amor, reverencia y devoción del Pueblo de Dios en el don inimaginable de El mismo en la Santa Eucaristía.
Una vista maravillosa con un profundo y claro mensaje: “El Dios vivo, amoroso y salvador está con nosotros." San Juan-María Vianney un sacerdote parroquial que capturó la presencia Real de Dios en la Santa Eucaristía, dijo que “el alma tiene hambre de Dios y nada más que Dios puede saciarla. Por eso vino a morar en la tierra y asumió un Cuerpo para que este Cuerpo pudiera convertirse en el Alimento de nuestras almas.”
Cristo continuó caminando entre su pueblo por los caminos de la parroquia católica de St. Thomas Aquinas en Logan, por el valle Cache en el norte de Utah; en las colinas verdes de la parroquia de St. Mary of the Assumption en Park City; en la Catedral de la Magdalena en Salt Lake City antes de la procesión por South Temple para la Adoración en el Centro Newman de St. Catherine of Siena y, por las tierras de la Reserva India Ouray en Fort Duchesne. Jesús continuó caminando entre nosotros en un humilde auditoria a las afueras de Roosevelt y fue bienvenido en la parroquia Católica de St. James en Vernal antes de continuar hacia Denver, Colorado.
Todos los lugares por los que Jesús caminó entre su Pueblo uno no podía más que sentirse movido por las grandes muestras de amor, reverencia, afecto, alegría y emoción. Las personas de todos lados fueron vistas arrodillándose por los duros caminos. Un policía custodiaba conforme Su Rey procesaba. Jóvenes madres empujaban carriolas y levantaban a sus hijos para ser bendecidos por la Presencia de nuestro señor; los seminaristas hacían profundas reverencias, sus frentes tocaron los suelos, honrando a quien desean seguir más cercanamente. Estas últimas semanas han sido un tiempo de gran gracia para todos y un profundo recordatorio de que como Cristianos de todas las edades no podemos sobrevivir sin la Eucaristía. Sí fue muy evidente: la fe de muchos en la Presencia Real de Cristo a través de la Santa Eucaristía fue renovada y reavivada.
Y los corazones se abrieron para recibir la gracia abundante de Dios. Muchas personas que había estado alejadas del Sacramento de la Reconciliación por meses o años desbordaron sus almas ante los Frailes Franciscanos de la Renovación quienes acompañaron a los Pe-regrinos Eucarísticos en su camino por nuestro estado.
Traducción: Laura Vallejo
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