Recientemente tres seminaristas de la Diócesis de Salt Lake City fueron instalados como acólitos en el semina-rio Mount Angel en Oregón: José Luis Gómez, Kenneth Parsad y Jaime Zuazo.
El Obispo George Thomas de la Diócesis de Las Vegas fue el celebrante y quien ofreció la homilía de la Misa, realizada el 6 de marzo, en la que 10 seminaristas fueron instituidos como lectores y seis como acólitos.
“Ambos los lectores y los acólitos están entre los pasos públicos que los seminaristas toman en sus años de camino de estudios teológicos en preparación y formación para la ordenación sacerdotal,” esto de acuerdo a un artículo en el sitio en línea del seminario.
A continuación, la reflexión de Jaime Zuazo sobre este paso en su camino hacia el sacerdocio.
El haber sido instituido como Acólito fue una gran alegría. Habiendo sido recomendado por mi diócesis y por el equipo de formación de seminaristas para seguir con el proceso para ser sacerdote significa mucho para mí. Es un paso hacia la vocación que siento he sido llamado a. Me siento muy honrado de haber sido formalmente instituido para asistir al diácono en la preparación del altar, el poder exponer el sagrado sacramento para la adoración y asistir en dar la Comunión a la comunidad de fieles.
El día de mi instalación como acólito pasé por ansiedad, y mucha alegría por el apoyo de mi comunidad diocesana. Conforme el diácono de la Misa decía mi nombre y mi diócesis me levanté y me hice presente, presente ante la comunidad reunida en el Abad de Mount Angel y ante la comunidad en casa que sabía estaba viéndome vía transmisión en vivo. Fue muy gratificante el caminar y arrodillarme ante el Obispo George Leo Thomas sosteniendo la patena y el cáliz respondiendo ‘Amén’ ante sus oraciones. Recuerdo que mientras sostenía la patena y el cáliz el Obispo George me miró fijamente, y me relajé y pude disfrutar más la celebración litúrgica.
Estoy profundamente agradecido por todo el apoyo que he recibido de mi familia, mis amigos en la diócesis, mis compañeros, directores espirituales y por el equipo de formación seminarista y académica. Su apoyo y guía me han permitido seguir con mi formación como seminarista conforme avanzo hacia el sacerdocio. Gracias por creer en mí, por enseñarme con paciencia y alegría, por estar ahí en las buenas y en las malas y por apoyarme con sus oraciones. Así seguiré con mi camino en el seminario, para seguir aprendiendo y experimentando a Dios más y más, para así poder compartir la alegría que Dios brinda a mi corazón. Por favor siga orando por mi vocación, por nuestra diócesis y por más vocaciones al sacerdocio.
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