André Sicard
2do año de teología – Colegio Teológico
“Tomen este navío con pan para la celebración de la Eucaristía. Merescan su vida, mediante el servicio en la mesa del Señor y de si Iglesia.” Estas fueron las palabras que escuche de boca del Reverendísimo Mario Dorsonville, Obispo Auxiliar de Wa-shington D.C., dirigidas hacia mí, mientas me daba la patena llena de hostias, instituyéndome al ministerio del acolitado. El 22 de febrero en la Fiesta de San Pedro, durante la Misa de la institución de Acólitos y Lectores, mis compañeros fuimos instituidos acólitos en el Colegio de Teología, seminario al que yo asisto en Washington D.C.
La institución al ministerio de acólitos es un paso formal en la formación de los seminaristas en preparación para su ordenación. Mientras que tradicionalmente se realiza en preparación para la ordenación, el ministerio del acólito es uno de los ministerios oficiales que la Iglesia imparte entre los laicos. Estos ministerios oficiales, se basan, como lo escribe el Papa Francisco en su Motu Propio Spiritus Domini, “Tengan como fundamento la condición común de ser bautizados y el sacerdocio real recibido en el sacramento del Bautismo.” Mientras que un paso oficial hacia la ordenación, primariamente está basado en el reconocimiento de la gracia del trabajo del Espíritu dentro de una persona debido a su bautismo sacerdotal.
El ministerio del acólito se basa primariamente alrededor de la Eucaristía, sirviendo en la Misa, distribuyendo la Santa Comunión, y llevando la Comunión al enfermo y quien no puede salir de casa. Mientras que yo ya he realizado estas cosas, especialmente el servicio en la Misa, lo que comencé cuando tenía 6 años de edad, lo que esta institución significa para mi fue una oportunidad para públicamente demostrar mi compromiso hacia la ordenación y tomar el papel oficial durante la liturgia y el ministerio al Pueblo de Dios.
Conforme me arrodillaba ante el Obispo quien me daba la patena, solo podía pensar en lo irreal que la situación era para mí. En mi sexto año como seminarista, siempre veía a quienes iban delante de mi recibir este ministerio mientras que pensaba como algo muy lejano para mí. Pero entonces, tan solo hace un mes, allí estaba yo con un alba blanca recibiendo la patena siendo animado a “Merecer mi vida mediante el servicio en la mesa del Señor y de su Iglesia.”
Reflexionando antes y después de la institución, me deslumbró el fuerte mandamiento de “Merecer mi vida”. Este es un poderoso mandamiento que puede parecer abrumador. ¿Cómo es que puedo ser merecedor? ¿Cómo es que alguien puede ser merecedor?. Pero entonces me di cuenta que no es solo de merecer en mi propio mérito, sino con la ayuda de Dios y de mis hermanos y hermanas en Cristo. Se me ha recordado de tantas personas fieles y comprometidas en nuestra diócesis quienes a lo largo de lo ancho y lo delgado, fielmente sirven durante la Misa, fielmente llevan la comunión a los enfermos y a quienes no pueden salir de sus hogares, y quienes continuamente hacen que sus vidas merecedoras de ese servicio. Es ese testimonio especialmente conforme se acerca mí ordenación, lo que es el servicio genuino y fiel. Estoy muy agradecido por la oportunidad que la Iglesia me ha confiado como acólito, y estoy agradecido a los tantos ministros laicos comprometidos quienes me inspiran para participar en este ministerio.
Traducido por: Laura Vallejo
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