Traducción: Laura Vallejo
PARK CITY — La Hna. Norma Pimentel, MJ, defensora de los inmigrantes quien es la directora ejecutiva de las Catholic Charities del Valle del Rio Grande, fue la presentadora principal durante el evento Autumn Harvest a beneficio de los Ministerios de la Santa Cruz de Utah.
HCM fue fundado hace 25 años con las ganancias de la venta del Hospital de la Santa Cruz el cual estaba dirigido por las Hermanas de la Santa Cruz.
“Cuando vendieron el Hospital de la Santa Cruz, no deseaban irse de Utah,” así es que decidieron usar el dinero para ayudar a la comunidad local, dijo Emmie Gardner, presidenta y CEO de los Ministerios de la Santa Cruz, quien sirvió como maestra de ceremonias en el evento realizado el 19 de septiembre.
“Realmente se inclinaron hacia la idea de que nuestra comunidad inmigratoria necesitaba de apoyo y ayuda,” dijo Gardner. “Veinticinco años después, es triste decir que esa historia sigue siendo la misma historia.”
Los ministerios de la Santa Cruz brindan educación temprana, trabajadores de salud comunitarios, asistencia legal, servicios inmigratorios, consejería de salud mental y traumas, entre otros servicios tanto en Park City como en el área de Salt Lake. La ma-yoría de sus clientes son inmigrantes y refugiados.
Entre las personas que asistieron al evento el cual se realizó en el salón social de la parroquia de Saint Mary of the Assumption, fueron el Reverendísimo Oscar A. Solis, Obispo de la Diócesis Católica de Salt Lake City, Las Hermanas de la Santa Cruz Celine Dounies y Patrice McGee; así como muchos benefactores y voluntarios de la organización. El padre Christopher Gray, párroco ofreció la bendición del evento.
La Hna. Norma comenzó su presentación diciendo “Es realmente importante que saquemos lo mejor de nosotros para que así los demás también hagan lo mismo… No sé qué más hay que hacer en la vida más que realmente hacer lo mejor para el cuidado de los demás: su familia, su comunidad, y otros- sean quienes sean. Creo que hay una razón por la que Dios nos dio la oportunidad de venir a este mundo, para vivir con esa exhortación: hacer la diferencia cada día, desde el momento que uno se levanta por la mañana: saben lo primero abrir los ojos y decirse’ Estoy listo, Dios. Solo dime lo que necesitas de mi.”
Cuando comenzó a trabajar con los inmigrantes ella y otra hermana manejaban un refugio en donde frecuentemente platicaban con sus clientes. Ella recordó a un hombre que fue torturado quitándole todas las uñas de sus manos.
“Esas fueron el tipo de historias que escuchamos,” dijo la Hna.
Un día ella y otra Hermana planearon unirse con los defensores de inmigrantes en la oficina de un congresista, pero entonces se enteró que los defensores estaban siendo arrestados. La Hna. Norma no sabía si quería ir. La otra Herman le dijo ‘Norma, cuando decimos que creemos en algo y entonces huímos porque las cosas se ponen difíciles, como lo están ahora… nos vamos solo porque tenemos miedo, entonces realmente no creemos en nada,” record al Hna. Norma,
La Hna., decidió ir y fue arrestada, y se dio cuenta de que “Dios me está pidiendo que realmente me diera cuenta de lo que estaba defendiendo… Estoy aquí porque creo que lo que está sucediendo no está bien, ya que he visto cosas horribles sucediendo a las familias; he escuchado las historias. He visto como las familias son destruidas.”
Día tras día ella escucha historias de personas quienes “llegan a nuestro país porque tienen miedo; porque temen por sus vidas; temen por las vidas de sus hijos” dijo la Hna.
“Sus historias son de como las personas se aprovechan de ellos, los lastiman, conforme salen de sus países ya que tiene miedo de que sus hijos crecerán allí y no tendrán oportunidades; eran secuestrados, o forzados a vivir una vida que no es lo que Dios desea para nosotros,” dijo la Hna.
Hace cerca de 10 años ella acudió a un centro de detención el cual alberga a niños que no son acompañados por sus padres; algunos de menos de 10 años de edad. Al principio los oficiales impidieron su entrada a las celdas con niños, pero ella les dijo que deseaba rezar con ellos.
“¿Cómo le dices no a una monja que quiere rezar?,” dijo haciendo que los presentes se rieran.
Se le dio permiso de entrar a las celdas y “ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida,” dijo la Hna.
Los niños la rodearon; sus caritas llenas de lágrimas, Pidiéndole que se los llevara y diciéndole que solo deseaban volver a sus hogares., “Lloré,” dijo la Hna., agregando que los oficiales que estaban mirándolos también lloraron.
“Cuando salí de esas celdas, el oficial a cargo me dijo ‘Gracias Hermana’, nos ha ayudado a darnos cuenta de que son seres humanos,” dijo la Hna. “Creo que a veces nos perdemos con las leyes y pólizas… y nos olvidamos de la parte más importante de quienes somos” somos humanos y … nos aleja de ser verdaderamente las personas para las que Dios nos ha creado a ser- personas llenas del amor de Dios, y de compartir ese amor con los demás al demostrar ese amor con todas las personas desde que nos despertamos cada mañana. Esa es la única misión que tenemos en vida.”
La Hna. dijo que Dios está presente en el mundo, “pero nos necesita a todos… que todo compartamos los dones que tan bendecida y abundantemente tenemos para hacer que este mundo sea un mejor lugar.”
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