Aunque Madagascar es uno de los países más pobres del mundo, la alegría de su gente es contagiosa y su hospitalidad es enorme. Las pequeñas comunidades que conforman el país están estrechamente unidas, y se apoyan mutuamente para enfrentar dificultades como el cambio climático, el hambre crónica y la desnutrición.
Las sequías se están volviendo más graves y extensas cada año, haciendo difícil que las familias cosechen suficientes alimentos para sobrevivir. Uno de cada dos niños en Madagascar está desnutrido. Pero con nuevas técnicas agrícolas y conocimientos sobre nutrición, esto está cambiando. Los miembros de la comunidad están aprendiendo a mejorar sus huertos, cultivar diferentes verduras y preparar comidas más nutritivas con capacitación y apoyo de CRS.
La familia de Aimée ha cultivado sus tierras durante generaciones. Comparten una gran parcela de tierra y se ayudan mutuamente a plantar y sembrar. Aimée recientemente aprendió nuevas formas de plantar sus verduras, lo que ha le ha dado cosechas más grandes, lo que significa más alimentos y más ingresos para ella y su familia. También está aprendiendo nuevas formas de usar sus productos frescos para cocinar comidas nutritivas para sus hijos. A su hijo Marela, de 2 años, le encanta el plato de yuca y cebolla que Aimée prepara, y se come toda su comida porque tiene muy buen sabor.
Aimée ve que la comida de su huerto está ayudando a que sus hijos crezcan y se mantengan sanos. Ella está orgullosa de su arduo trabajo y puede ver los frutos del mismo. “Lo que me hace feliz es cuando voy a mi huerto y veo que todas las cosas que he plantado crecen,” dice. “Cuando veo flores o verduras, o cuando veo las primeras semillas brotar, es como si hubiera transferido una especie de poder de mis manos a las plantas. Eso me hace feliz”.
REFLEXIONA
Alimentar a quien tiene hambre puede tomar muchas formas diferentes. ¿Cuál es una manera de practicar esta obra de misericordia?
¿Alguna vez has tenido hambre? ¿Cómo te sentiste?
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