Nuestro mundo secular tiende a pensar en blanco y en negro. Por ejemplo, existe una tendencia de ver a las personas como buenas, como que no hacen mal, y yo también lo hago. Pero el Catolicismo, reconoce el bien y el mal en todas las personas, aunque el sacrificio de Cristo en la Cruz nos salvó a todos por nuestras malas decisiones y malos actos.
Nuestra celebración Eucarística debería recordarnos que el mundo no es blanco y negro, y que cada uno de nosotros somos tanto pecadores como santos. Cuando asistimos a Misa siempre escuchamos las palabras de Jesús en la Ultima Cena, ofreciendo el pan y el cáliz de vida para nuestra salvación.
También escuchamos que somos parte de la Comunión de los Santos. Santos quienes no son santos por sentarse en sus hogares debatiendo sobre política o escuchando a los comentaristas quienes los incitan a tener miedo o a no preocuparse por los demás. En su lugar, nuestros Santos salieron al mundo compartiendo el mensaje del Evangelio, un mensaje que nos reta a reco-nocer que cuando un miembro de nuestra humanidad sufre, todos estamos lastimados. Nuestro papel en esta tierra no es el temer a las personas, sino el cuidarlas, localmente y globalmente.
Vivir la Eucaristía, como se nos pide cuando vamos para ‘adelante’ en la Misa, significa vivir nuestro conve-nio con Dios de cuidar al pobre, a los viudos, a los huérfanos, a los desamparados. Si estuviésemos viviendo completamente nuestro convenio con Dios sospecho que viviríamos en un mundo muy diferente.
Por ejemplo, si viviésemos la enseñanza de nuestra Iglesia de brindar opciones preferenciales para el pobre, podríamos estar más dispuestos a dejar de consumir los recursos de la tierra, o en las palabras de Santa Elizabeth Seton, vivir con sencillez para que todos puedan vivir con sencillez.
Si viviésemos completamente en Comunión con los Santos., retaríamos los mensajes seculares que hacen que algunas vidas sean menos valiosas, sea que esas vidas sean vividas con la pena de muerte encima, o en los vientres, o en las adicciones, o con discapacidades que hacen que las personas dependan de otras aunque no lo quieran.
Similarmente retaríamos los mensajes reclamando que el pecado es dañino, que debemos de ignorar la historia que nos hace sentir mal en lugar de salir adelante mejorando las estructuras que continúan dejando cualquier porción de la humanidad sufriendo en la pobreza y desesperanza, Los Católicos que viven la celebración Eucarística no deben de temer la limpieza de los escándalos de la Iglesia y de hablar del racismo sistemático, los cua-les, ambos, han lastimado a nuestros hermanos y hermanas en Cristo.
Nosotros quienes creemos que Dios envió a Su único Hijo para nuestra salvación, debemos escuchar el mensaje del Evangelio todos los domingos, amando a nuestros semejantes, dándole más poder al poderoso mensaje de compartir en lugar de hacer lo que ellos medios nos dicen todos los días. Mientras que la sociedad secular predica un mensaje de nosotros contra ellos, nuestro mensaje es de uno mismo con un propósito, con un solo cuidado para todos, con sanación para las heridas de los demás ya que todos seremos juzgados no solo por lo que tenemos, sino por lo que hemos hecho por los mas necesitados entre nuestros hermanos y hermanas.
Cristo sufrió una horrenda muerte para que nosotros pudiésemos resucitar; lo menos que podemos hacer es tratar y vivir consistentemente con Su mensaje de cuidado por toda la creación, incluyendo a todos, aún – y especialmente – cuando el hacerlo nos resulta incómodo.
Jean Hill es la directora de la Oficina diocesana de Vida Justicia y Paz. Puede ser contactada en jean.hill@dioslc.org.
Traducción: Laura Vallejo
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