4 Min. de Reflexión: Conversatorio 10: Plegarias Eucarísticas, Parte II

Friday, Mar. 20, 2015

En nuestro conversatorio anterior (la primera de tres presentaciones sobre la Plegaria Eucarística en  general) nos trajo la invocación del Espíritu Santo para Santificar o volver Sagradas las ofrendas que se encuentran en el altar, para poder convertirlas en el Cuerpo y Sangre del Señor.
Esta segunda parte se entrelaza perfectamente con la primera. Así como la Plegaria Eucarística es parte de una acción continua que se extiende desde la preparación de las ofrendas hasta la Santa Comunión, también lo son las palabras de la parte institucional de la Plegaria Eucarística. Ellas son un relato de los eventos claves en la Última Cena, incluyendo las palabras utilizadas por Jesús para instituir este rito, ordenando que se haga perpetuamente en la Iglesia, en su memoria, no sólo simplemente recordándola, sino que  volviéndola a representar. 
Toda la Plegaria Eucarística se refiere a la Consagración, pero particularmente mediante las palabras pronunciadas, puede verse como realmente se logra cambiar las ofrendas del pan y del vino por el Cuerpo y Sangre de Cristo. Debemos escuchar atentamente con nuestros oídos, nuestra mente y nuestro corazon, mientras que estas sagradas acciones se desarrollan, observando cuidadosamente los gestos del sacerdote en este momento y la deliberación con la que habla y actúa. En este punto, el sacerdote se dirige en primer lugar a Dios el Padre. Él no está haciendo algo exclusivamente para que las personas puedan ver y oír, pero aún más para que el Padre pueda ver y escuchar esta sagrada acción. Por lo tanto, el Santo Sacrificio de Sí Mismo, que Cristo instituyó durante la última Cena, se realiza y es representado ante el Padre. El sacerdote está actuando en la persona de Cristo. El sacerdote representa a Jesús y es la víctima.
El sacerdote vuelve a contar lo que dijo e hizo Jesús en la Última Cena, no sólo en palabras, sino también en los gestos – levantar el pan, levantando los ojos al cielo, inclinándose sobre las ofrendas. El sacerdote dice las palabras de Cristo sobre el pan, que feligreses han presentado para esta celebración, las mismas palabras que dijo a los apóstoles en la Última Cena “Tomad esto, todos ustedes, y comed de él, porque esto es mi cuerpo,  que será entregado por vosotros.” Sin hablar, presenta o muestra la Hostia a los feligreses para que todos puedan ver y adorar, entonces se arrodilla en adoración. Esta acción puede ocurrir en silencio o las campanillas pueden sonar brevemente.
La oración y gestos se repiten con el vino. Las palabras son familiares: “Tomad esto, todos ustedes, y  bebed de él,  porque éste es el Cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza Nueva y Eterna, que será derramada por vosotros y por muchos por el perdón de los pecados. Haced esto en memoria Mia.”
Por el poder del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo están ahora en el altar, pero aún bajo la apariencia de pan y vino. Este cambio en la sustancia se conoce en  la Iglesia como “transubstanciación.” Los  elementos todavía son como el pan y el vino, pero la Fe nos dice que Cristo está realmente presente. Se nos invita a recibir dignamente el cuerpo y la sangre de Cristo, como nuestro alimento espiritual y profundizar nuestra unión con Dios.
El sacerdote entonces nos lleva directamente a la acción, en tanto él canta el “Misterio de la Fe,” refiriéndose al Misterio Pascual de la Muerte, la Resurrección y la Presencia de Cristo entre su pueblo, invita nuestra aclamación, con la sensación de la profunda naturaleza con que estos eventos se desarrollaron en favor nuestro, el sacerdote convoca a los feligreses a entonar una canción que invita una respuesta sincera cantada por todos los fieles.
Cantamos una de tres respuestas dirigida a Cristo, por ejemplo: “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas” Afirmando así nuestro reconocimiento de que todo el Misterio de Cristo resucitado está presente y activo en la celebración.

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