Matrimonio desde una perspectiva Católica

Friday, Feb. 28, 2014
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El Obispo John C. Wester
By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Traducido por: Laura Vallejo

Conforme los sistemas legales tanto de Utah como de los Estados Unidos debaten con el polémico tema de la definición legal del matrimonio, nosotros en la Iglesia Católica enfrentamos una lucha similar con la sociedad secular, una que nosotros no podemos ceder. Mientras que las enseñanzas de la iglesia sobre el matrimonio se basa firmemente en la Escritura y se basa en la doctrina de la tradición sagrada, también es verdad que Dios ama a todos sus hijos – no solo a algunos – esta es otra enseñanza que comparte la misma Escritura, con bases doctrinales y tradicionales. El amor absoluto e irrefutable de Dios por cada uno de nosotros nos pide que hablemos con verdad públicamente acerca del matrimonio, y lo hacemos con respeto y amor, conscientes de que Jesús llama a la Iglesia a alcanzar a todos compasivamente y con entendimiento. Más aun, mientras que nosotros no nos limitamos a proclamar la verdad sobre el matrimonio desde nuestro punto de vista, nunca lo hacemos sin una profunda consideración, respeto y amor por aquellas personas que desean una unión del mismo sexo que tiene la misma posición que el matrimonio. Al entrar en este debate considero que es importante ser claros acerca de lo que la Iglesia Católica quiere decir acerca del matrimonio.

Nosotros los católicos creemos que la definición del matrimonio no es arbitraria, sino que Dios nos la revela a través de las Escrituras, revelación tradicional y sagrada. Ya que el matrimonio tiene un significado teológico, espiritual, eclesiástico y social, el estado no tienen la autoridad o competencia para redefinir el matrimonio, ni la Iglesia puede redefinirlo para hacerlo más aceptado o ‘relevante’ para la actual sociedad.

La Iglesia enseña que el matrimonio es permanente, exclusivamente y una alianza procreadora entre un hombre y una mujer. Es un compromiso de vida entre un esposo y una esposa, durante el cual se mantienen fieles en una relación de vida. Cuando un hombre y una mujer se convierten en esposo y esposa ante los ojos de la Iglesia, se están comprometiendo a hacer que su relación sea una prioridad que no tienen igual.

El matrimonio es uno de los siete sacramentos de la Iglesia. Esto significa que Jesucristo es tangible y realmente presente en la alianza de la pareja. Mientras que cada uno estamos llamados por Dios para andar por un camino que nos lleve a creciente y eterna santidad, una pareja casada se convierte en uno solo ante el sacramento que celebran y sus caminos hacia la santidad se unen. Este lazo es único. De hecho, la Iglesia lo utiliza como una analogía de la cercanía entre Jesucristo y su Iglesia. Jesús a través de su muerte y resurrección entra en una nueva alianza con nosotros y establece su Iglesia. Esta alianza es permanente es exclusiva y está llena de gracia.

Similarmente el matrimonio es una llamada de Dios a dos personas para vivir como una en gracia. Ellos son llamados de la comunidad de creyentes a vivir como uno, y su expresión viva del Sacramento del Matrimonio trae bendiciones y gracias al resto de la comunidad. Esto es especialmente verdadero en los niños que llevan a la comunidad a través de su amor. La evidencia científica comprueba que el ambiente óptimo para que un niño madure plenamente y profundamente es con una madre y con un padre en un matrimonio sano. Mientras que es verdad que no todos los matrimonios son sanos, tradicionales, las familias de dos personas formadas por un hombre y una mujer casados con una relación fuerte ofrece a los niños una mejor oportunidad para convertirse en un ser humano totalmente vivo.

En medio de la atmosfera contingente traída por el debate del matrimonio entre personas del mismo sexo, también recuerdo el mandamiento de Dios ‘amarnos los unos a los otros". La Iglesia llama a sus miembros a respetar los puntos de vista de las demás personas y a recordar que la violencia en contra de quienes no concuerdan de ninguna manera va a ser tolerada o consentida.

De la misma manera, pedimos a las personas que nos respeten y que respeten nuestras creencias. Particularmente, pedimos que no se nos etiquete como ‘homofóbicos’ ya que no aceptamos los matrimonios del mismo sexo. Simplemente porque no estamos de acuerdo con el tema no significa que la Iglesia rechaza a quienes son gay. La verdad es totalmente diferente. Por muchos años viví y ejercí mi ministerio en la Arquidiócesis de San Francisco. Tengo muchos recuerdos de como la Iglesia se acercó a la comunidad gay en el área de la bahía a través de la crisis del SIDA. Gift of Love en la calle Fulton era un hogar manejado por los misionarios de la Caridad y apoyado por la Arquidiócesis para este fin. Pero el alcance de la Iglesia a la comunidad gay no es solo cuando existen crisis. La Iglesia trabaja muy de cerca con todas las personas, sin importar su orientación sexual, llevando el amor y la sanación de Cristo a sus vidas a través de los sacramentos, apoyo humano y consejería, y en particular, oramos por los jóvenes que son víctimas de violencia por su orientación sexual.

En lugar de permitir el poner sobrenombres y miedo ante el decreto del matrimonio del mismo sexo, debemos reconocer que vivimos en una sociedad plural, donde la variedad de puntos de vista están frecuentemente en tensión. Como obispo de Salt Lake City y como pastor reconozco que muchas personas son alienadas de la Iglesia por nuestra enseñanza acerca del matrimonio, la cual sostiene la creencia de muchos en nuestra sociedad. Sin embargo, así como quienes se oponen a nosotros en este tema piden que sus derechos sean respetados también nosotros como católicos insistimos que la Iglesia tiene el derecho de proclamar nuestras creencias acerca del matrimonio: que este es parte de la manera que Cristo tiene para que las personas se salven y vivan vidas plenas y felices.

Tristemente me doy cuenta que simplemente existen personas que no concuerdan con las enseñanzas de la Iglesia en cuanto al matrimonio y esto hace que nuestra capacidad de proclamar el Evangelio esté limitada en este tema. Sin embargo, la Iglesia nunca cesa de orar por esos hermanos y hermanas que permanecen en comunión con nosotros hasta donde sea posible. Tengo la esperanza que de todas las personas, sea la que sea su creencia en el debate, todos podamos fortalecer los lazos que nos unen, aun cuando no estamos de acuerdo en un tema tan vital como el matrimonio. Una cosa en que todos podemos concordar es que la unidad simbolizada en el matrimonio es un gran don, uno que siempre debemos lucha por preservar. Creo que podemos preservar esta unidad entre todas las personas de buena voluntad a pesar de que luchamos por entender lo que significa el matrimonio en la Iglesia y en nuestra sociedad.

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